Numerosas enfermedades tienen su origen en el consumo de leche y productos lácteos según se demuestra en estudios científicos pormenorizados de todo el mundo.
Obtuvimos de una empresa mundial, la demanda de 4864 nombres diferentes para no usar. Existen principalmente medicamentos recetados, etc. Incluyendo "I" para el ingrediente activo en el cuerpo que inhibe la diabetes. Ahora usamos "accesos directos" y hemos eliminado algunos pasajes y numerosos enlaces útiles. La contribución original solo puede ser vista por los miembros (la membresía es posible en la parte superior izquierda de nuestras páginas, EA 30/05/19).
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La leche y los derivados lácteos son productos técnicamente tan bien establecidos en el mercado que a cualquier lector les resultará difícil aceptar con la suficiente seriedad los postulados de este libro. Sólo las personas que hayan adquirido conocimientos realistas de un modo independiente, y a salvo de las influencias de la industria de la alimentación, pueden comprender verdaderamente el mensaje. Si pensamos, por ejemplo, en la cuestión de la osteoporosis, nos damos cuenta de lo falaz que puede llegar a ser la manipulación de la industria alimentaria.
Les aconsejo, por otro lado, que lean al menos, en relación con el concepto clave “agua mineral”, el artículo en PDF de un profesor de medicina muy apreciado y de ideología independiente. El enlace a este PDF lo encontrará a continuación en uno de los recuadros de color amarillo.
Junto a una composición de sustancias que son inapropiadas para las personas, nos enfrentamos también al problema de las hormonas de crecimiento. Un ternero debe engordar entre uno y un kilo y medio diario…
Al igual que sucede en el seno de la industria láctea, en el libro también podemos observar que determinadas afirmaciones proceden de fuentes de investigación que no son imparciales. Por esta razón, me he animado a escribir un artículo sobre la leche y los productos lácteos, que pretende ser lo más objetivo posible, porque no hay nada que sólo presente ventajas o desventajas. Sin embargo, sí encontrará a continuación suficientes resultados de estudios muy relevantes que demuestran perfectamente por qué deberíamos prescindir de la leche y de los derivados lácteos. La excepción son los lactantes amamantados con leche materna. Durante la lactancia, la madre debe evitar además y en la medida de lo posible ¡el consumo de productos lácteos!
En cualquier caso, es un hecho que las proteínas de origen animal producen una pérdida de calcio a través de la orina, debido, por un lado, a su tendencia a disminuir el índice de pH en el cuerpo y, por otro, a la presencia de sodio y de aminoácidos con contenido de azufre en la leche.
En cambio, las proteínas de origen vegetal ayudan al almacenamiento del calcio en los huesos. Esto se produce también por la presencia de cantidades suficientes de magnesio. Además del magnesio, la vitamina D es importante para facilitar el depósito de calcio en los huesos. Sin embargo, los oxalatos, los ácidos fíticos y otras sustancias pueden dificultar la reabsorción del calcio.
Finalmente debo reconocer que el libro de Maria Rollinger “Milch besser nicht!” (¡Leche mejor no!) se adecúa mejor a la situación que vivimos en Europa, está mucho más documentado y es más completo. Puede consultar en este enlace la reseña bibliográfica que he redactado en detalle, así como la dirección de la editorial para un eventual pedido. En mi opinión, se trata del mejor libro sobre este tema.
Robert Cohen, un vehemente opositor del consumo de leche y productos lácteos, describe las triquiñuelas de Monsanto y de otros estamentos interesados para obtener la autorización, al menos en los Estados Unidos, del uso de la hormona de crecimiento bovina modificada genéticamente rBGH (Posilac). Esta hormona se ha detectado tanto en la leche como en la sangre de los consumidores.
Sobre todo en la última cuarta parte del libro, Cohen enumera las posibles causas de las enfermedades ocasionadas por el consumo de leche y derivados lácteos, y las explica a partir de los estudios científicos existentes. Las cuestiones sobre el bienestar de los animales, la ecología o la conciencia medioambiental sólo se abordan de un modo tangencial. El libro se centra especialmente en la salud de las personas.
Con un título tan llamativo, el libro llamó poderosamente la atención. Sin embargo, tanto la obra como su autor adolecían de una serie de puntos débiles que facilitaron las reacciones en contra, sobre todo por parte de los representantes de la industria láctea. Tras haber visto una fotografía del autor –tomada a los cuatro años de la aparición del libro, esto es, en el año 2002– puedo imaginar a Cohen como una persona que predica agua y bebe vino (véase más abajo). En su página web, el autor escribe un blog en el que explica su ayuno total durante 205 días entre los años 1999 y 2000. Dada mi propia experiencia en ayunos debo expresar mis dudas sobre la veracidad de algunas de sus afirmaciones.
Le aconsejo que utilice los enlaces a la Wikipedia incluidos en esta reseña. En ellos podrá comprobar que la industria de los lácteos no ha logrado ocultar todo lo que Robert Cohen nos revela en su libro. Al fin y al cabo, el autor menciona nada menos que 337 referencias –con frecuencia se trata de estudios– que pueden verificarse en su gran mayoría. Cohen se basa para sus afirmaciones en los descubrimientos realizados por muchos científicos de renombre y que trabajan al más alto nivel y a los que se refiere en su obra.
Los títulos de los capítulos en inglés son los siguientes:
Una posible traducción sería:
Las estanterías de las droguerías y supermercados norteamericanos están repletas de remedios para combatir las enfermedades producidas por la leche y los derivados lácteos: pastillas contra el dolor de cabeza, sprays para la nariz taponada, gotas nasales y antihistamínicos (bloqueadores de los receptores de histamina o antagonistas) para aliviar los síntomas alérgicos. Se trata de remedios pensados para el alivio de la flatulencia, las digestiones pesadas, la diarrea y el síndrome del intestino irritable causados por la intolerancia a la lactosa.
Estos trastornos afectan a tres cuartas partes de los individuos. En la actualidad se considera que la caseína es la causa de las inflamaciones de las mucosas, rinitis y dolor de oídos (otitis) en los niños.
Asimismo incluye determinados agentes patógenos como, p. ej., los de la leucemia bovina (virus de la leucemia bovina, VLB; enlace en inglés) o leucosis enzoótica bovina, tuberculosis bovina y virus de la inmunodeficiencia bovina (estos tres enlaces en alemán), (lentivirus). La leche actual se diferencia considerablemente de la leche que se consumía antes de la segunda guerra mundial.
La leche presuntamente sana contiene factores de crecimiento (determinadas proteínas) que son perjudiciales para nuestra salud. Al menos en los Estados Unidos, la empresa Monsanto inyecta a las vacas una hormona de crecimiento modificada genéticamente para aumentar la producción láctea y que puede detectarse después en la leche.
Monsanto desembolsó miles de millones de dólares para lograr que las instancias políticas aprobaran dicha hormona artificial. Su argumento consistía en decir que la hormona de crecimiento sintética no se diferenciaba de la natural, algo que no se correspondía con la realidad.
A pesar de las advertencias sobre las consecuencias en la salud del consumo de productos lácteos, la industria de la leche vende cada año más (producción de leche, transformación, distribución; enlace en inglés).
Cuando comparamos el consumo de productos lácteos con el de la cerveza, vemos que no deberíamos hablar de “tripa cervecera” sino más bien buscar la explicación en la leche. Véase en este sentido la información en "abdomen". |
En este apartado resumiré los pasajes más importantes que desarrollo más adelante. Debemos diferenciar entre las consecuencias del consumo de leche en casos específicos y las consecuencias del consumo a lo largo de los años y en las cantidades que hoy en día son las habituales. En el primer caso, los problemas surgen inmediatamente o muy pronto.
No obstante, la mayoría de las enfermedades se producen después de varias décadas de consumo de productos lácteos. Es lo que sucede, por ejemplo, con la osteoporosis y la artritis, pero también con las cardiopatías isquémicas. Las estadísticas indican asimismo una mayor incidencia de algunos tipos de cáncer que se relaciona en general con un mayor consumo de leche, aunque es difícil demostrarlo de un modo inequívoco.
Pida consejo a su médico para saber cómo debe combatir la osteoporosis. Le aconsejará seguramente que consuma productos lácteos. Sin embargo, puede comprobarse fácilmente que los efectos de la leche y de los derivados lácteos son justamente los contrarios. La industria de los lácteos conoce bien los estudios científicos que lo demuestran.
La osteoporosis es una enfermedad que afecta fundamentalmente a las mujeres. Con frecuencia se desarrolla como enfermedad crónica debido al consumo de leche y se acompaña también de artrosis en las articulaciones de la cadera y/o rodillas, así como en las articulaciones interfalángicas (falanges de la mano: proximales, medias y distales).
Los factores que entran en juego son muchos y pequeños, y la industria láctea sabe cómo contraatacar inmediatamente encargando estudios que defiendan lo contrario.
Los árboles tapan el bosque y el consumidor interesado es incapaz de verlo. En cualquier caso, si pensamos con lógica, podemos concluir en base a la cantidad de hormonas de crecimiento que contiene la leche, así como a su presencia en la sangre humana, que existe una correlación.
Por otro lado, nuestra genética y su materialización también determinan si padeceremos las consecuencias del consumo de leche de una forma directa u oculta. Desafortunadamente no se gana dinero describiendo los riesgos del consumo de lácteos, salvo quizás si uno es escritor. Esta es una de las razones por las que el lector normalmente los desconoce.
Algunos problemas determinados genéticamente, como la intolerancia a la lactosa, se presentan de un modo inmediato. Otros surgen durante la infancia, como sucede con la diabetes juvenil o con determinadas inflamaciones ORL (senos paranasales, amígdalas o tonsilas, oído). En cuanto a las alergias, estas pueden desencadenarse pronto o pueden transcurrir varios años o incluso décadas hasta su aparición.
Si estos trastornos no se encuentran en una fase avanzada, pueden curarse en unos tres meses prescindiendo completamente de la leche y de los productos lácteos, y reduciendo el consumo de las restantes proteínas de origen animal. Existen muchos informes de experiencias que así lo han demostrado. Asimismo, la práctica de deporte o la realización de ejercicios para fortalecer la musculatura repercuten positivamente.
En los estudios de investigación realizados sobre la leche y los productos lácteos, se han observado alergias, infecciones de oído y de amígdalas (otitis, amigdalitis), pérdidas de orina (enuresis), asma, hemorragias intestinales (sangrado digestivo), cólicos y diabetes (diabetes mellitus tipo 2, diabetes juvenil) en los niños; y en los adultos una mayor incidencia de cardiopatías isquémicas, artritis, alergias, sinusitis (inflamación de los senos paranasales), leucemia, linfomas (cáncer del sistema linfático) y otros tipos de cáncer (p. 212).
En relación con la leche como causa del acné, la Wikipedia en alemán “matiza”:
Un estudio de estadística retrospectiva no controlado mediante placebos, realizado por Clement Adebamowo (Boston, EE.UU.) en 2005, afirma haber descubierto una correspondencia estadística entre el consumo de determinados productos lácteos y la aparición de acné entre mujeres jóvenes. Los datos se obtuvieron mediante la valoración de cuestionarios efectuados a más de 47.000 enfermeras
.
¡En la versión en inglés se citan tres estudios que lo demuestran!
En el apartado 2.14 encontrará un resumen de diferentes alternativas para sustituir la leche. Las indicaciones incluidas prueban que hay alimentos que suministran calcio de un modo más eficiente. Es posible ingerir bastante más calcio a través de los alimentos vegetales que mediante el consumo de leche.
Algunos alimentos muy eficaces como sustitutivos de la leche por su elevado contenido en calcio son, por ejemplo: col rizada, brócoli, hinojo, puerro, pak choi, así como almendras, higos y determinadas aguas minerales o aguas potables. Normalmente puede consultar la composición del agua potable de su comunidad en el ayuntamiento.
Al final de la reseña puede encontrar una lista de libros sobre el tema de la leche y los productos lácteos.
El profesor y doctor en medicina Benjamin Spock señaló que los niños menores de un año no deben consumir leche de vaca. Spock es autor de un libro de referencia sobre puericultura y pediatría publicado en el año 1946. Su argumento principal en contra de la leche de vaca son las reacciones perjudiciales que se producen cuando las “hormonas de la vaca” atraviesan el estómago. Estas se producen porque la leche neutraliza transitoriamente los ácidos gástricos en valores de pH 6. Además, la “American Academy of Pediatrics” (AAP; enlace en inglés) ha reconocido que el organismo humano no es capaz de absorber adecuadamente el hierro de la leche. La AAP es la mayor asociación profesional de pediatras.
El doctor en medicina Neal D. Barnard (enlace en inglés) –autor de “Food For Life” y más tarde director del comité “Physicians Committee for Responsible Medicine”– señaló, en abril de 1995, un buen número de razones que explican la no idoneidad de los productos lácteos para la alimentación humana y por qué nos causan frecuentes enfermedades.
Barnard escribe lo siguiente: ...there are serious problems that can result from the proteins, sugar, fat and contaminants in milk products", que puede traducirse con estas palabras
...hay problemas graves causados por las proteínas, el azúcar, la grasa y los contaminantes presentes en los productos lácteos
. (P. 100).
Se refiere a un círculo de problemas como el de las inmunoglobulinas, es decir, las proteínas de los anticuerpos en la leche, la lactoferrina –una proteína con actividades enzimáticas multifuncionales (actividad catalizadora)– y otras sustancias. En parte son muy diferentes, tanto en cantidad como en efectos, según se trate de la leche materna o de la leche de vaca.
Los lisosomas de la leche materna, con sus enzimas digestivas, influyen considerablemente en la flora intestinal del lactante. La leche materna contiene 30 veces más lisosomas que la de vaca, lo que indica su importancia. Las distintas hormonas de crecimiento determinan la flora intestinal del individuo en el futuro.
Pueden observarse diferencias asombrosas entre lactantes que han sido alimentados mediante leche materna durante mucho tiempo y aquellos que han comenzado a una edad temprana a comer alimentos para bebés (enlace en inglés), platos preparados infantiles o leches maternizadas.
El doctor en medicina Robert Kradjian señala la confusión que deben generar en el consumidor y en los médicos los así denominados estudios científicos que, en su mayor parte, están financiados por la industria y presentan normalmente los resultados conforme a sus intereses. Los estudios críticos constituyen una pequeña minoría que no recibe prácticamente ninguna consideración.
La lecha de vaca contiene en comparación con la leche materna tan poco hierro que pueden producirse anemias (según palabras del doctor en medicina Frank A. Oski en “The Journal of Pediatrics”, 1983, p. 72-253). Oski fue director del Johns Hopkins Children’s Center y autor del libro “Don’t Drink Your Milk”. En el año 1972 obtuvo el premio E. Mead Johnson de la asociación Society for Pediatric Research (miembro de la American Pediatric Society).
En su libro “The Allergy Discovery Diet”, el también doctor en medicina John Postley menciona la leche como uno de los mayores males en relación con las alergias. Los consumidores deberíamos prestar atención a las sustancias que contienen los distintos productos como, por ejemplo, cereales (gluten) y caseína. Asimismo, Harvey y Marilyn Diamond escriben en su bestseller “Fit for Life” que nada socava tanto la salud como la leche y los productos lácteos
. En este sentido mencionan especialmente el colesterol de los lácteos, las alergias que producen y las mentiras sobre los efectos positivos del calcio de la leche.
Comparativa: Leche humana, Vaca, Oveja, Cabra y Yegua, segun Wikipedia, julio 2014, en Leche materna, Wikipedia alemán.
Contenido/100 ml | Humana | Vaca | Oveja | Cabra | Yegua |
Agua | 87,2 % | 87,5 % | 82,7 % | 86,6 % | 90,1 % |
Hidratos de carbono | 7,0 % | 4,8 % | 6,3 % | 3,9 % | 5,9 % |
Grasas | 4,0 % | 3,5–4,0 % | 5,3 % | 3,7 % | 1,5 % |
Proteínas | 1,5 % | 3,5 % | 4,6 % | 4,2 % | 2,1 % |
Oligoelementos | 0,3 % | 0,7 % | 0,9 % | 0,8 % | 0,4 % |
kcal | 70 | 64–68 | 86 | 65 | 43 |
kJ | 294 | 268–285 | 361 | 273 | 180 |
Potasio (mg) | 47 | 141 | |||
Sodio (mg) | 14 | 45 | |||
Potasio:Sodio | 3,4 | 3,0 | |||
Calcio (mg) | 33 | 116 | |||
Magnesio (mg) | 3 | 12 | |||
Calcio:Magnesio | 11 | 10 | |||
Hierro (µg) | 58 | 59 | |||
Fósforo (mg) | 15 | 92 |
Distribución mundial de la intolerancia a la lactosa (Wikipedia). En realidad no somos conscientes de que tan sólo un reducido porcentaje de las personas no presentan ninguna intolerancia a la lactosa. Esta intolerancia puede originarse también como consecuencia de haber prescindido del consumo de leche durante años.
"MILK The Deadly Poison" es un título exagerado para un libro, no obstante la dirección a la que apunta es sin duda la correcta. Un presupuesto de marketing de miles de millones por parte de la industria alimentaria no deja espacio a los medios de comunicación escritos o electrónicos para informar eficientemente al público. Los ingresos que reporta la publicidad son muy elevados y sus costes se compensan rápidamente, y no sólo para la leche y los productos lácteos.
Robert Cohen menciona en su prólogo la impresión que le causó la noticia de aquel verano de 1994 en la que se decía que la empresa Monsanto Agricultural Company manipulaba el factor de crecimiento natural de la leche de vaca. Los empleados de Monsanto trabajaron duro para combinar la bacteria E. coli (Escherichia coli) con el material genético de las vacas y lograr una nueva hormona de crecimiento. Las vacas inyectadas con esta sustancia contribuirían a un incremento de la producción lechera. Esto es una forma de dopaje en animales indefensos.
El libro se publicó en 1998 después de tres años (en realidad cuatro) de trabajo, en un tiempo en el que 25 millones de norteamericanas de más de 40 años sufrían patologías que afectaban a sus huesos, como artritis, y/u osteoporosis (p. XI). Estas mujeres habían ingerido a lo largo de su vida una media de más de un litro diario de leche. Cohen se pregunta por qué los médicos no se cuestionaban estos hechos, es decir, por qué no les extrañaba que un consumo de leche tan elevado no hubiese evitado estos trastornos si se suponía que ingerir lácteos debería impedir la aparición de osteoporosis.
Nos interesa saber ahora cuáles son las verdaderas razones para condenar la leche. Los consumidores atentos reconocen que, desde las fuentes más variadas, se defienden algunos buenos motivos para prescindir del consumo de lácteos. Sin embargo, no es frecuente que conozcamos los datos tal y como realmente son. Estos existen desde hace décadas pero permanecen prácticamente escondidos, como si estuviesen encerrados en un armario para productos tóxicos.
Monsanto no ha logrado obtener aún la autorización para introducir en Europa la hormona de crecimiento manipulada genéticamente. Por este motivo me contentaré con describir someramente los problemas generados por la adición de esta hormona, así como las razones que explican por qué han fallado completamente las correspondientes instancias.
Entre estas razones destacan la profunda interdependencia entre industria y científicos, la influencia –en el sentido de la manipulación de la política a través de grupos de presión (lobby) sobre las instituciones– y finalmente el dominio indirecto de los medios de comunicación de masas (el cuarto poder) por parte de los grupos empresariales de la industria y el comercio.
Seguro que usted también cree que la leche es especialmente saludable ¿o no? Incluso a algunos veganos les cuesta prescindir de los lácteos y cuando lo hacen es por motivos de compasión hacia los animales y no por los efectos perjudiciales de la leche. El interés de este libro no reside en el hecho de que lo haya escrito Cohen, sino en el modo tan meticuloso con el que ha recopilado datos de otras fuentes. Esta ha sido su gran aportación.
Algunos de los datos proceden de estudios que han sido realizados por científicos de renombre y no han sido financiados por la industria de los lácteos. La imagen que presentan es tan diferente de la que procede de los estudios encargados por dicha industria que en verdad nos cuesta admitirla.
A pesar de la publicación de los resultados a los que han llegado estos científicos –resultados altamente convincentes– en las revistas especializadas más prestigiosas, la verdad no tiene ninguna posibilidad de imponerse frente al enorme poder de manipulación de las fuentes de influencia antes mencionadas que disponen de presupuestos milmillonarios. Además, pocas personas son capaces de ponderar adecuadamente estos datos y reflexionar sobre la cuestión con independencia de las constantes influencias.
De este modo resulta imposible que la gran mayoría cambie su forma de pensar. ¿Cómo? Si hasta los médicos se creen el cuento de que la leche es buena contra la osteoporosis
. ¿Y por qué debería cambiar la visión de los médicos cuando esta “leyenda urbana” impregna sus pensamientos y continúan recibiendo invitaciones para congresos de formación organizados por la propia industria? Prácticamente se sienten obligados a defender los dogmas o dictados (doctrina, consenso científico) que han aprendido.
Robert Cohen comenzó el 7 de noviembre de 1999 una huelga de hambre que mantuvo, según su página web notmilk.com, hasta el 29 de mayo de 2000, es decir, durante 205 días. Cada uno de estos días escribe una entrada en su blog y se refiere, entre otros temas, a la historia de la autorización concedida a Monsanto para la utilización de la hormona de crecimiento sintética (Monsanto también ha desarrollado el herbicida Roundup; enlace en inglés) y otras injusticias. La web se sitúa en el nº 649.579 del ranking Alexa y en Google PR4 (datos de 2014) lo que significa que su página atrae a un gran número de lectores.
Fotografía de Robert Cohen en una conferencia de marzo de 2001. ¿Cómo puede corresponder este retrato al de una persona que ha mantenido un ayuno durante 205 días hasta mayo de 2000? Acaso si, en lugar de agua, hubiese tomado bebidas alcohólicas. Su título de doctor, según publica Echoworld, no es la cuestión, sino saber si su oficio es realmente la psiconeuroendocrinología. |
Cohen no me contestó cuando se lo pregunté. Esta rama del conocimiento estudia el sistema endocrino y sus relaciones con el comportamiento y las vivencias (enlace en alemán).
Jane Heimlich, la redactora del prólogo, es autora del libro “What Your Doctor Won’t Tell You”. Heimlich recuerda las palabras que su padre le decía cuando no se terminaba su ración de leche diaria y nos muestra hasta qué punto estamos condicionados por algo que es mentira. Menciona como la mentira más conocida la que asegura que el calcio de la leche refuerza nuestros huesos cuando precisamente ocurre todo lo contrario. Las correspondientes explicaciones pueden leerse en el libro.
La autora demuestra que incluso la leche desnatada contiene demasiada grasa y es especialmente rica en colesterol “malo”. Señala también la presencia de antibióticos, bacterias y pus en la leche.
Descubrimos que Monsanto dedicó 500 millones de dólares a su proyecto de investigación y desarrollo. Con la inyección directa de la hormona de crecimiento sintética Posilac (no Prosilac) a las vacas, los ganaderos podrían obtener una producción de leche un 20% más elevada. Para diferenciar la somatotropina bovina natural (bST o BST: bovine somatotropin; BGH: "BovineGrowthHormone") de la que se elabora artificialmente mediante la recombinación genética con bacterias, se añade una “r” a su denominación.
Así, la hormona de crecimiento producida mediante la Escherichia coli se denomina rBST o rBGH (hormona de crecimiento bovino recombinada o somatotropina bovina recombinante; enlace en inglés). Posilac es la marca de Monsanto. Los concesionarios de dicha licencia comercializan sus productos con otras marcas.
Jane Heimlich opina que tanto la pasteurización como la homogeneización desposeen a la leche de muchas de sus cualidades naturales. Se ha comprobado que inyectar rBGH a las vacas fomenta el uso de antibióticos para combatir la mastitis, es decir, la inflamación de las ubres (enlace a un artículo en alemán en zalp.ch).
La Wikipedia en su artículo sobre somatotropina bovina dice lo siguiente: Las más grandes polémicas son debido a que estas hormonas son elevadas y causan una serie de efectos secundarios en la vaca entre los cuales se incluyen la mastitis, la cual genera dolor innecesario e inusual e inflamación de la ubre produciendo pus, con lo cual se administran antibióticos para disminuir la infección. Tanto el pus como los antibióticos pasan a la leche comercializada y sus derivados lácteos
. Y en su versión en inglés: Milk from rBST-treated cows is not, however, chemically identical to traditional milk. Milk from rBST-treated cows contains slightly elevated levels of hormones such as BST, and "Insulinlike GrowthFactor 1" (IGF1)
.
Peor le parecen a Heimlich el gran número de factores de crecimiento insulínico presentes en la leche (IGF, "Insulinlike GrowthFactors"; en concreto el IGF-1). Estos se consideran factores claves en el crecimiento de las células cancerígenas. La autora critica no sólo a las demarcaciones administrativas (departamentos, organismos autónomos) responsables de la autorización, sino también a la OMS y a la asociación médica American Medical Association (en inglés: AMA). Estos no habrían retomado las crecientes críticas a los ganaderos de la industria láctea y habrían fallado en sus obligaciones.
Robert Cohen recopiló a lo largo de tres años los datos que le han llevado a asegurar que la leche y los productos lácteos son causantes de enfermedades, como las que afectan al corazón (enfermedades cardiovasculares), y son factores que incrementan considerablemente el riesgo de padecer cáncer de mama. El lector descubrirá en su libro que la leche no es sólo un mal suministrador de calcio, sino también los motivos por los cuales genera alergias y otros muchos trastornos.
No es preciso creer a Cohen de forma incondicional. Su libro nos muestra la evolución y los datos de las trampas y mentiras de Monsanto, de organismos como la FDA y JAMA, de Science News (enlace en inglés) e incluso de Science, la publicación científica por excelencia. Determinados pasajes se leen casi como una novela policiaca, sin embargo puede destacarse su minuciosa (completa, exacta) documentación. Así, las 337 referencias bibliográficas, en su gran mayoría contrastables.
Jane Heimlich ha sido testigo de primera mano de otros comportamientos ciegos de las instituciones. Su marido es el doctor en medicina Henry Jay Heimlich que desarrolló una técnica más efectiva para desobstruir las vías respiratorias en caso de atragantamiento. Los golpes dados en la espalda no hacían más empujar el objeto hacia abajo por los conductos respiratorios. La Cruz Roja Norteamericana (ARC) continuó aconsejando esta técnica ineficaz –por su ceguera burocrática– en lugar de dar a conocer la Maniobra de Heimlich que podía salvar vidas. La Wikipedia lo explica igualmente.
A 25 millones de norteamericanas mayores de 40 años se les diagnosticó osteoporosis y artrosis. Estas mujeres bebían diariamente casi un litro de leche o comían productos lácteos que correspondían a dicha cantidad. Cohen nos pregunta: ¿qué impide a los pacientes y a los médicos reconocer que la leche no es un remedio contra la osteoporosis sino su causa?
En los países con nulo o reducido consumo de leche, los casos de osteoporosis y artrosis son excepcionales. Cohen considera que los millones y millones dedicados a una publicidad inteligente han cerrado nuestros ojos ante las evidencias. También nos muestra que las hormonas de crecimiento de la leche, con sus enormes efectos, no se descomponen en el estómago como sucede con la carne. En realidad, se trata de la primera enumeración de todas las causas y efectos que desarrollará y argumentará posteriormente a lo largo del libro.
Como he mencionada anteriormente, trataré el primer capítulo de un modo más breve ya que este se centra en la historia de la autorización de las hormonas de crecimiento artificiales de Monsanto en los EE.UU., así como de sus repercusiones sobre los animales y las personas. Esta hormona de crecimiento sintética no está permitida en Europa.
En el primer capítulo se nos muestra el poder que ejerce la industria láctea en el mercado, tanto los productores (enlace en inglés) como los transformadores (lechería, industria láctea). El autor comienza con la siguiente afirmación: Esta industria invierte cientos de millones de dólares para garantizar que los norteamericanos consuman productos lácteos
.
Parte de este dinero fluye hacia los medios de comunicación y otra parte hacia los políticos, las universidades, los científicos y sus instituciones. La asociación de nutricionistas American Dietitians Association (ADA) fomenta directamente el consumo de productos lácteos.
De forma instintiva nos damos cuenta de que este tipo de leche está indicada para los lactantes de cada una de las especies.
La leche tiene una composición específica según la especie y se modifica además a lo largo de la lactancia para adaptarse completamente a las necesidades de crecimiento del lactante. El primer alimento original de los mamíferos, incluidos los seres humanos, es un líquido que se transforma desde el calostro inicial hasta una leche que continúa modificando sus propias características. Es un alimento que está perfectamente adaptado a la especie de la que se trate, lo que también queda demostrado por la existencia de grandes diferencias entre algunas de las sustancias de la leche de vaca y de la leche materna. El libro de Cohen no trata las sustancias aromáticas específicas de la leche materna ni tampoco las posibles enfermedades bovinas.
Un lector crítico puede detectar inmediatamente el control que ejerce la industria de los lácteos en la Wikipedia en su artículo sobre la leche, ¡sobre todo en su versión en inglés!
Los elementos básicos de este crecimiento son las enormes cantidades de colesterol, las proteínas y las grasas que un ternero precisa para crecer y engordar rápidamente durante el periodo de lactancia. Los terneros a día de hoy incrementan su peso entre 1 y 1,5 kg diarios. ¿Y nosotros?
En la actualidad, las vacas viven de un modo antinatural y se crían para producir grandes volúmenes de leche. La consecuencia es la presencia de insecticidas, antibióticos, virus y bacterias en la leche (p. 1).
Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), en 1995 el norteamericano medio consumía 584 libras de productos lácteos, 394 de verduras, 193 de carne, 192 de harina y sólo 121 de fruta. En estas cifras se incluyen los derivados lácteos presentes en las pizzas, los helados, etc. Los actuales conocimientos sobre nutrición nos demuestran que estamos ante una pirámide alimenticia opuesta a la aconsejable.
El autor nos recuerda que la publicidad de la leche es constante, la encontramos por doquier y muchas veces se contrata a personajes famosos (celebridades) para que la anuncien. Las actrices y los héroes del deporte se presentan ante nosotros con un bigotito blanco para que pensemos que acaban de beberse un buen vaso de leche. La publicidad nos sugiere: ¡Bebe más leche y te pondrás guapísima!
o ¡Los hombres de verdad beben leche!
.
Para este tipo de anuncios han prestado su imagen personas como el director de cine Spike Lee, el político Bob Dole y el presidente Bill Clinton. Más tarde, Clinton comenzó a alimentarse de un modo vegano debido a sus problemas cardiovasculares. Asimismo, existe un número de teléfono, el 1-800-WHY MILK, para que la población pueda pedir material publicitario.
El logotipo de la Fundación nacional contra la osteoporosis, National Osteoporosis Foundation (NOF), llama la atención en la cubierta posterior de uno de los folletos que pueden obtenerse a través del citado número de teléfono. El lector puede leer en letra grande: Consejo de los expertos
, seguido de Pour it, don’t pop it!
. Descubrimos que Popeye was wrong
en alusión a las espinacas que ya no son suficientes. A continuación se presentan las verduras como alimentos incompletos… ¡cuando al menos en lo que respecta al hierro es todo lo contrario!
La espinaca, espinaca común, es una planta anual cultivada como verdura (Spinacia oleracea) probablemente originaria de Asia Occidental (Persia). Las hojas jóvenes constituyen un buen ingrediente para tomar crudas en una ensalada. Asimismo, las semillas pueden comerse frescas o cocinadas. Como planta medicinal se utiliza para tratar la flatulencia. Según la Wikipedia, es rica en vitaminas A y E, yodo y varios antioxidantes
. La versión en alemán añade que entre las verduras es de las que tiene mayor contenido en hierro (3,5 miligramos en 100 gramos de espinacas frescas)
. No obstante es discutible la absorción de hierro de las espinacas en la digestión. 100 g de espinacas frescas contienen 92,7 g de agua, 2,5 g de proteína, 1,6 g de hidratos de carbono, 1,2 g de fibras vegetales y 0,4 g de grasas. Asimismo pueden destacarse otras 16 sustancias como carotinoides, vitaminas, potasio (450 mg), calcio (130 mg), etc.
Las espinacas son más nutritivas que otras verduras aunque su contenido en oxalatos perjudica la disponibilidad del calcio. Otros alimentos que contienen cantidades significativas de oxalatos son el chocolate (cacao), las nueces, el ruibarbo, la fruta de estrella, la pimienta común, el perejil, las semillas de amapola, los amarantos, la acelga, la remolacha, los arándanos, la acedera y el cenizo. Los oxalatos pueden producir, además de cálculos y otras enfermedades renales, gota, artritis reumatoide y vulvodinia (enlace en inglés).
La institución encargada de fomentar el consumo de leche es la National Fluid Milk Processor Promotion Board (NFMPPB). Este organismo niega la veracidad de datos demostrados como que la leche contiene mucha grasa y calorías
y los califica de mitos.
La NFMPPB cita expresamente en su publicidad, como expertos en leche y alimentos, a las siguientes personas:
Susan I. Barr, Ph. D., que a la solicitud de información por escrito de Cohen se reveló como “no experta” en temas relacionados con la leche. En aquel tiempo trabajaba como profesora asociada de nutrición en la Universidad de British Columbia y era miembro del instituto National Institute of Nutrition of Canada (NIN) que, en 1995, advirtió sobre lo siguiente:
La siguiente “experta” es Suzanne Oparil, Ph. D. En aquellas fechas desarrollaba su labor como profesora de medicina en la Universidad de Alabama. Según la NFMPPB también es presidenta de la asociación American Heart Association (AMA) y asesora nacional de la American Dietetic Heart Association’s Nutrition and Health Campaign for Woman. A las preguntas de Cohen también respondió no contar con los conocimientos especializados correspondientes.
Otro de los expertos es el profesor y doctor en medicina Robert P. Heaney. Este contestó al autor que, por aquella época, creía en las afirmaciones de la NFMPPB y que por eso las apoyaba.
Asimismo se mostró de acuerdo con las conclusiones del estudio publicado en junio de 1995 del American College of Nutrition, que mostraban que el organismo sólo absorbía un 25% del calcio de la leche. Como dato comparativo se menciona que del zumo de manzana se absorbe un 42% (p. 6).
El trabajo de relaciones públicas (PR, Public Relations) en las organizaciones de marketing comprende también la utilización del marketing viral (p. ej. los vídeos virales) y de los medios sociales. La mayor parte de las afirmaciones expresadas no son más que afirmaciones subjetivas. Y esto ocurre desde todos los frentes, como podemos observar con la afirmación citada más arriba. La comparación realizada entre leche y zumo de manzana, es decir, de la absorción de calcio por parte del individuo de un 25% y un 42% respectivamente, es positiva para el zumo. Pero ¿qué importancia tiene? En realidad, ninguna. El zumo de manzana contiene tan sólo 8 mg de calcio por cada 100 ml y la misma cantidad de leche proporciona 125 mg.
En cambio, las espinacas ganarían estas comparaciones con 99-110 mg y un aprovechamiento mejor. Y aún se posicionarían más alto la col rizada con 210 mg, las semillas de linaza con 230 y el sésamo con 780. El agua mineral puede contener más de 50 mg de calcio en 100 ml. Para más información puede descargarse en este enlace el PDF en alemán del profesor emérito y doctor en medicina Peter Burckhardt sobre agua mineral y salud ósea.
Según los datos del USDA, los norteamericanos consumieron entre 1970 y 1995 cantidades significativamente mayores de leche desnatada que de leche entera. Sin embargo, el aumento del consumo de queso limitó el éxito de este cambio alimenticio.
De este modo, la cifra del USDA sobre el consumo en 1995 es de “sólo” 584 libras de productos lácteos por persona y año.
Medido en volumen de leche asciende a 932,05 libras, lo que supone una media de 2,55 libras (libras estadounidenses) diarias per cápita. Diez millones de vacas producen 663 millones de libras diarias, es decir, 152 “billion pounds” ó 46 millones de libras al día. El desglose para el año 1995 puede encontrarse en la página 7.
Estos cálculos difieren en 247 millones de libras porque el USDA no contempla las pérdidas y no tiene en cuenta esta discrepancia evitando mencionarla. Evidentemente hay mucho dinero en juego. Los ganaderos pagan al Dairy Marketing Board 15 centavos por cada 100 libras de leche suministrada en concepto de gastos de marketing. ¿Se trata entonces de 228 o de 364 millones de dólares?, fue lo que le autor preguntó al marcar el teléfono del centro de llamadas. Pero no obtuvo respuesta.
Cohen señala que el mito de la leche existe desde hace siete generaciones. Como los molinos de oración que giran y giran, los nutricionistas, los médicos, las enfermeras, los docentes, etc. difunden la falsa idea de que la leche de vaca y sus derivados nos proporcionan un excelente físico y un buen cerebro, cuando en realidad lo que ocurre es precisamente lo contrario.
El autor destaca que en muchos aspectos la leche del siglo XXI es diferente a la del siglo XVII
. Antes los ganaderos se felicitaban cuando obtenían “one quart” de leche al día de una vaca. Cohen describe brevemente las modificaciones que se han producido hasta hoy desde la llegada de las primeras vacas al nuevo continente en el año 1620 (p. 14).
En la actualidad, las vacas deben producir 50 veces más cantidad de leche que las de entonces. Cohen explica las razones de este enorme incremento y lo distinta que es ahora la alimentación de estas vacas tan especializadas para que logren alcanzar los rendimientos de leche actuales (enlace en alemán).
Si la vaca no se queda preñada no produce leche y lo hace durante un determinado número de meses (periodo de lactancia; enlace en alemán). La explotación de la vaca es tan grande que sólo se permite que viva unos años de su esperanza de vida total porque después de varios partos ya no es lo suficientemente productiva.
En la práctica esto se traduce en una vida de 4 a 5 años en lugar de 20 a 25.
Por otro lado, indicar que en mi explotación de plátanos biológicos para la exportación –durante mi estancia en Tenerife en los años 1980– utilizaba como abono natural el estiércol de una ganadería de vacas lecheras que puse en marcha con este objetivo.
Hoy en día (2014) podemos preguntarnos si el nuevo tratado de libre comercio no nos “meterá en casa” a Monsanto y compañía.
A continuación, el autor incluye una serie de datos interesantes, como la pasteurización –desarrollada por Louis Pasteur en 1856– que fue declarada obligatoria en Chicago en el año 1908. La pasteurización elimina en cierta medida vitaminas y enzimas pero también bacterias que resultan perjudiciales. En 1932, comenzó a comercializarse leche con vitamina D artificial, y la homogeneización que se introdujo en 1919 se ha convertido hoy en día en la regla y no en la excepción. Al igual que ha sucedido con los envases de plástico que comenzaron a utilizarse en el año 1964.
En la página 18, Cohen escribe sobre su autobiografía. Menciona sus estudios de psicología fisiológica (enlace en inglés) con Robert K. Orndoff (Ph. D.) en la Long Island University’s Southampton, así como su especialización en psicobiología (psychobiology) y su posterior trabajo en el ámbito de la psiconeuroendocrinología (psychoneuroendocrinology). Nunca deseó obtener un doctorado –nos dice– sino dedicarse directamente a un proyecto de investigación. La FDA le encargó un estudio de opinión sobre las 55.000 páginas presentadas por la empresa Monsanto.
En las siguientes páginas el autor describe la publicación de Julian Whitaker y Jane Heimlich que se concentra en los problemas de la leche. En relación con la situación en los Estados Unidos, los autores señalan lo siguiente:
Incredible as it sounds, the FDA's assumption that rBGH is safe for humans is based upon short-term rat experiments done by Monsanto-sponsored scientists, not independent ones. Contrary to FDA conclusions, biochemist Dr. William von Meyer, president of Fairview Industries (a firm conducting genetic and biochemical research). Middleton, Wsc., found that these rats showed significant "bonegrowth" and changes in liver size
.
Incluso la Wikipedia menciona este y otros procedimientos de Monsanto. ¡Puede leerse dicha información en el artículo titulado “El mundo según Monsanto”!
La BST (bovine somatotropine) y la BGH son las dos abreviaturas utilizadas para referirse a las hormonas de crecimiento naturales de la leche.
Llegado a este punto, el autor recupera los argumentos de Jane Heimlich. A la hormona obtenida mediante la combinación genética con material bacteriano se la denomina hormona recombinada, es decir, que se añade la letra “r” al principio de su nombre. Así, las abreviaturas son rBST y rBGH. Cuando se inyecta a las vacas la hormona artificial, esta aparece en la leche además de la hormona natural.
Al fin y al cabo, un ternero debe incrementar considerablemente su peso en muy poco tiempo.
La fundación Albert Schweitzer Stiftung señala: El engorde intensivo del ganado adulto se realiza en menos de 400 días (enlace en alemán). El peso definitivo de los animales alcanza normalmente entre 680 y 750 kg (enlace en alemán). Las hembras incrementan su peso en 1 kg diario de media y los machos hasta en 1,5 kg diarios (enlace en alemán)
.
Pero, sobre todo, hormonas de crecimiento. En China, por ejemplo, se pretende aumentar el consumo de leche para que la población crezca más alta. Y para esto se precisan superficies de terrenos entre 6 y 8 veces más extensas que las actuales.
En el año 1995, Monsanto introdujo este tipo de producto en el mercado estadounidense y prometió a los ganaderos un aumento de la producción lechera de un 20%. Adicionalmente, Monsanto sostenía que ambos tipos de hormonas eran indiferenciables y sus argumentos lograron convencer a las autoridades competentes, sobre todo a la Food and Drug Administration (FDA).
El resultado ha consistido en más enfermedades para las vacas, más antibióticos, más hormonas de crecimiento en la leche y, aunque no frecuentes, más terneros con malformaciones genéticas.
© CC-by-sa 2.0, Samuel Epstein | Bajo el título "Explicit Conflicts of Interest and Failure of the FDA", Epstein señala en la página XXVI lo siguiente: Unlabelled milk and other dairy products from cows injected with Monsanto's genetically engineered "growthhormone" (rBGH) are contaminated with high levels of IGF-1 and their consumption thus poses increased risks of breast, colon, and prostate cancers. |
Cohen no sólo habló con estos críticos, sino también con Robert Collier (Ph. D.) de Monsanto, que le proporcionó once de los documentos que el autor describe en su libro (p. 26).
La publicación “Dairy Products in Human Health and Nutrition” de M. Serrano-Ríos y otros autores (1994, ISBN 90 5410 359 0) incluye, en relación con el IGF-1, los trabajos de Campbell & Baumrucker (1989), Juskevich & Guyer (1990), Malven y otros (1987), Nagashima y otros (1990), Prosser y otros (1989) y Schams & Einspanier (1991). Se trata de una obra que se posiciona a favor de la leche. Sin embargo, los mismos trabajos de Juskevich & Guyer (1990) se publicaron en el libro “Criminal Indifference of the FDA to Cancer Prevention” del profesor y doctor en medicina Samuel S. Epstein (30 de diciembre de 2013).
En relación con los trabajos de Juskevich & Guyer y otros críticos podemos leer en la Wikipedia, al menos en su versión en inglés, un artículo sobre la FDA denominado “Criticism of the Food and Drug Administration”.
Todo esto hizo que se generase una oposición y por eso surgió la "Jane Heimlich milk column".
A la citada oposición pertenecían, p. ej.:
Cohen no sólo habló con estos críticos, sino también con Robert Collier (Ph. D.) de Monsanto, que le proporcionó once de los documentos que el autor describe en su libro (p. 26).
En las páginas siguientes se mencionan numerosos extractos de la correspondencia mantenida en relación con la rBGH y rBST, y los efectos en el IGF-1 (también denominado IGF-I o IGF1) en nuestra sangre. Afortunadamente esta cuestión no se ha dado en Europa. No obstante, cualquier persona que se interese por este fraude científico puede reconocer que las cosas no han funcionado correctamente.
Asimismo, podemos darnos cuenta de lo siguiente: The amino acid sequence between normally occurring bGH and genetically engineered rbGH were known to FDA. How could they write that these two proteins were biologically indistinguishable?
(p. 38). Y en la página 40: This same genetically engineered hormone caused the spleens of lab animals to increase in size by 46 percent, this same hormone with a "freak" animo acid. This is the same hormone that caused cancer in every one of the animals treated with rBST in one study which FDA has and refuses to release
.
Según podemos leer en la página 46, las únicas inspectoras de la FDA, Margaret Miller y Suzanne Sechen, ¡trabajaban simultáneamente en Monsanto! El autor incluye numerosas citas y comentarios sobre los estudios de Juskevich & Guyer (enlace en alemán) del año 1990.
Amazon describe a Epstein con las siguientes palabras:
"Samuel S. Epstein, M.D. is professor emeritus of Environmental and Occupational Medicine at the University of Illinois at Chicago School of Public Health, and Chairman of the Cancer Prevention Coalition, and former Congressional consultant. His awards include the 1998 Right Livelihood Award and the 2005 Albert Schweitzer Golden Grand Medal. He has authored 270 scientific articles and 18 books on the causes, prevention and politics of cancer, including the groundbreaking "The Politics of Cancer" (1979); "Cancer-Gate: How To Win The Losing Cancer War" (2005); and "Healthy Beauty" (2010). Dr. Epstein is an internationally recognized authority on avoidable causes of cancer in air, water, consumer products, and the workplace".
Según la Wikipedia (enlace en inglés y alemán): “Epstein recibió de forma anónima una serie de documentos privados y confidenciales del grupo empresarial Monsanto. Estos documentos mostraban que se había tratado de ocultar el riesgo que suponía la hormona de crecimiento Posilac desde un punto de vista general y en concreto para la cría de vacas lecheras. La hormona Posilac tenía por objeto incrementar la producción de leche de las vacas. Epstein fue la persona que informó a la sociedad sobre estos riesgos".
"Epstein defiende la teoría de que las sustancias químicas, como la hormona Posilac, que se han expandido por nuestro medio ambiente y que se incrustan en la cadena de alimentación, influyen considerablemente en la mayor incidencia de cánceres de la actualidad".
"En el año 1998, Epstein fue galardonado con el Premio al Sustento Bien Ganado por sus “trabajos científicos ejemplares y su compromiso en la prevención de las enfermedades cancerígenas causadas por la contaminación medioambiental”.
"Pueden verse algunas entrevistas realizadas a Epstein en los documentales “La corporación” y “El mundo según Monsanto”.
Por favor, consulte al menos la información en estos dos últimos enlaces.
Cohen explica en este capítulo la importancia de las hormonas, de mensajeros químicos como las feromonas (feromonas de los animales vertebrados), de las hormonas esteroides como los estrógenos, la progesterona (progestágeno y esteroide sexual femenino) y la testosterona, así como de la adrenalina (denominada también epinefrina según la DCI) en su calidad de hormona del estrés.
El autor describe algunos de sus efectos y compara las dos ilustraciones de la OMS del año 1992 sobre la secuencia de aminoácidos de la rBGH o rBST (la somatotropina bovina artificial Posilac, vendida a la farmacéutica Eli Lilly) y del factor de crecimiento insulínico IGF-1 o somatomedina C (SM-C).
Estas hormonas permiten el crecimiento de las células. El IGF-1 natural de las vacas y del ser humano muestra 70 aminoácidos idénticos en la misma secuencia. Cohen se refiere a continuación a su batalla contra la FDA, que se negó a considerar y a publicar los diferentes estudios de Searle de 1989 en relación con Monsanto, que demostraban la nocividad de las mencionadas hormonas.
En base a siete cuadros de datos, el autor nos muestra los inequívocos resultados, sí, incluso llamativos resultados, de los ensayos realizados sobre animales. El gigante empresarial Monsanto se escudó en el secreto profesional para denegar la consulta de determinados documentos.
En el artículo sobre la somatotropina bovina de la Wikipedia podemos leer lo siguiente: Las más grandes polémicas son debido a que estas hormonas son elevadas y causan una serie de efectos secundarios en la vaca entre los cuales se incluyen la mastitis, la cual genera dolor innecesario e inusual e inflamación de la ubre produciendo pus, con lo cual se administran antibióticos para disminuir la infección. Tanto el pus como los antibióticos pasan a la leche comercializada y sus derivados lácteos
.
La versión en inglés menciona problemas adicionales aunque minimiza sus consecuencias, es decir, que lo hace tan sólo con medias palabras. Lo único que se expone claramente es que en la sangre de los consumidores de productos lácteos y de leche de soja se detecta un 10% más de hormonas de crecimiento. En sus artículos sobre los factores de crecimiento insulínico, la Wikipedia indica:
El IGF-1 es importante para la regulación de la fisiología normal, como también un número de estados patológicos, incluyendo el cáncer. El eje IGF ha demostrado jugar un papel en la promoción de la proliferación celular y la inhibición de la muerte celular (apoptosis)
. Así como: El IGF-1 consiste de 70 aminoácidos en una sola cadena con tres puentes disulfuro intramoleculares; su peso molecular es de 7649 daltons
.
En la Wikipedia en alemán leemos: Es destacable la participación del IGF-2 (IGF-II) en los tumores cerebrales de los niños y en el cáncer de mama. El aumento crónico de IGF-2 en el plasma (también del IGF-1) podría influenciar considerablemente el riesgo de aparición y desarrollo del cáncer de próstata. (…)
En el caso de una utilización abusiva de IGF pueden producirse los siguientes efectos secundarios:
Crecimiento de las extremidades (especialmente en casos de utilización durante largo tiempo y de forma ininterrumpida)
Disminución de la distribución de las hormonas de crecimiento
Desarrollo de los tumores preexistentes
Formación de anticuerpos.
Este capítulo de "MILK The Deadly Poison" se centra en una cuestión que atañe sobre todo a los Estados Unidos. Por este motivo sólo mencionaré lo más importante en relación con la agencia norteamericana Food and Drug Administration (FDA; página web oficial en inglés) y con lo que esta no quiso saber. La FDA fue el primer organismo en recibir los resultados de las investigaciones de Monsanto sobre su propio producto. La agencia se encargó además de emitir su valoración –positiva y acrítica– para la oficina auditora Government Accountability Office (GAO), (ambos enlaces en inglés).
La valoración de la FDA y los comentarios de la GAO se enviaron al National Institutes of Health (NIH; web oficial en inglés). Todos los expedientes anteriores, junto con los documentos implementados por parte del NIH, se remitieron a la Office of Technology Assesment (OTA; ambos enlaces en inglés; véanse las conclusiones en el enlace a la Wikipedia facilitado).
Finalmente, la revista "Journal of the American Medical Association" (JAMA; enlace en inglés) de la asociación médica AMA dio todas sus bendiciones a la hormona e, incluso, la Organización Mundial de la Salud (WHO; enlace en inglés) que podía haber alertado de los problemas, ya que el expediente completo también llegó a sus manos, decidió no actuar.
A continuación, dos ejemplos de los “negocios” entre los representantes de dichas instituciones y la industria traducidos del artículo de la Wikipedia en alemán sobre la OMS:
La OMS fue y es criticada por su actuación durante la lucha contra la pandemia. Con la aparición del virus H5N1 (virus de la gripe aviar H5N1) en mayo de 2005, los gobiernos compraron –ante la advertencia del director de vacunaciones de aquella época, Klaus Stöhr (enlace en alemán), sobre una posible epidemia de gripe mundial (“hasta 7 millones de muertos”)– antigripales como "Tamif.." y "Relen.." que supuso un gasto millonario. Si bien es cierto que el virus se propagó por todo el mundo, también lo es que las infecciones en humanos fueron muy raras, siendo el número total de fallecidos por la gripe aviar H5N1 solamente de 152 personas, es decir, mucho menos que en una gripe periódica. En el año 2007, Klaus Stöhr dejó la OMS y fue contratado por la empresa farmacéutica Novartis
.
Cuando surgió el virus A/H1N1 (denominado virus de la gripe porcina), la OMS fue alertando de las continuas fases en función de su propagación hasta llegar a la fase 6, la más elevada de una pandemia. Los gobiernos encargaron las correspondientes vacunas y antigripales (en Alemania con un coste de 450 millones de euros). Las críticas se desataron sobre todo porque la directora del departamento de vacunaciones de la OMS de la época, Marie-Paule Kieny, había trabajado justo antes para la farmacéutica francesa Transgene S.A. que mantiene acuerdos estratégicos para la producción de vacunas con el grupo farmacéutico suizo Roche. El Consejo de Europa investigó la sospecha de la existencia de actuaciones comunes entre la OMS y la industria farmacéutica
.
A todo lo mencionado debe añadirse la muy cuestionable colaboración con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
El autor explica minuciosamente los motivos que llevaron a estas organizaciones a cometer los mismos errores. Asimismo señala la aparición simultánea de determinadas publicaciones, a pesar de que normalmente necesitan un tiempo de preparación de varios días. Se trató de una actuación extraordinariamente estratégica del JAMA y de Science News en simultaneidad con la publicación de la FDA (Science). El único error consistió en que esta publicación simultánea ponía al descubierto el enorme embuste. Literalmente:
The verdict, previously decided, was in. Each report contained innumerable contradictions and falsehoods. After formal approval on November 5, 1993, a three-month moratorium was placed on actual rBST use until the White House had the opportunity to issue their own report. That report, revieved in this chapter proves that the best comey writers in America are employed by the Executive Branch
. (P. 97).
No obstante, el autor hace públicos los nombres de las personas responsables y sus implicaciones con Monsanto, así como la correspondencia mantenida con la Casa Blanca. Entre estas personas se encuentran David Barbano y Dale Bauman. Bauman es un científico de la Universidad Cornell que, junto con los colaboradores de Monsanto (como Miller), escribió docenas de trabajos supuestamente científicos para dicha empresa. Ambos fueron responsables, por ejemplo, del artículo “independiente” del JAMA.
Ellos dos y el doctor en medicina William Daughaday, en calidad de coautor, y dadas sus conexiones retribuidas con Monsanto, afirmaron para el JAMA que la hormona artificial era exactamente igual a la natural. Sin embargo, Monsanto había realizado una modificación errónea –voluntaria o involuntariamente– en el código genético de la hormona, incluyendo un componente bacteriano en la posición 144 y obteniendo así una N-épsilon lisina acetilada (enlace en inglés) o N (6) L-lisina acetilada, es decir, un análogo en lugar de la lisina (L-lisina) normal (p. 99).
A pesar del incremento en la producción de leche mediante la inyección de rBST, las autoridades del lobby de la industria láctea permitieron un aumento del precio de la leche de un 14%, aunque lógicamente debería haberse producido una bajada de los precios.
Adicionalmente, tal y como reconoció la American Academy of Pediatrics (AAP; ambos enlaces en inglés), el organismo humano no es capaz de absorber correctamente el hierro contenido en la leche. La citada academia es la mayor organización de pediatras.
El doctor en medicina Neal D. Barnard, autor de “Food For Life” y más tarde director del Physicians Committee for Responsible Medicine, estableció en el año 1995 un listado de numerosas razones que demuestran que los productos lácteos de la vaca no son adecuados para la alimentación humana y que son frecuentemente origen de enfermedades. Barnard señala que ...there are serious problems that can result from the proteins, sugar, fat and contaminants in milk products
.
Estas palabras pueden traducirse como sigue: … hay problemas graves causados por las proteínas, el azúcar, la grasa y los contaminantes presentes en los productos lácteos
. (P. 100).
A continuación, Cohen incluye extractos de correspondencia que en su mayoría proceden de organismos estatales. Su contenido es una prueba de que sin una organización fuerte no se tiene ninguna oportunidad en el teatro político-económico, ni siquiera con los mejores de los argumentos.
En este capítulo, Robert Cohen nos descubre las intrigas y los acuerdos entre Monsanto, la FDA y el Congreso de los EE.UU. El autor incluye en la página 129 los nombres de trece congresistas que aceptaron sobornos en relación con este asunto y que suman al menos 2.647.921$. Los datos proceden del Center for Responsive Politics y la Federal Election Commission del año 1994.
Asimismo, Cohen nos explica los trapicheos del Dairy Committee of Agriculture, así como las aportaciones económicas de la American Medical Association (AMA) en favor de los congresistas, por ejemplo, los 30.000$ que obtuvo de Monsanto para la “educación de la población”.
Con la finalidad de influenciar en la opinión, existe incluso un comité oficial, el Political Action Committee (PAC; enlace en inglés). El autor menciona también el papel desempeñado por Margaret Miller en Eli Lilly, empresa farmacéutica que adquirió posteriormente a Monsanto los derechos para el marketing de la rBST. Todos estos casos se refieren a la autorización de la hormona de crecimiento manipulada genéticamente por lo que no los comentaré en detalle.
Además, Cohen describe numerosos estudios que demuestran con total claridad los efectos nocivos sobre nuestra salud de la rBST, la BST y del IGF-1. Desafortunadamente se echa de menos una visión contundente, y el autor entra en excesivos detalles.
Cohen detalla en este capítulo la información aportada o evitada por parte de los medios de comunicación. Asimismo menciona el intento del político Todd Sieben que, influenciado por los lobistas, trató de introducir una ley que impusiese sanciones penales a quienes atacasen los productos con rBST refiriéndose a sus inconvenientes. Monsanto, por su parte, denunció a las empresas que vendían leche sin rBST y que las publicitaban con las palabras “libre de rBST”.
Las empresas Swiss Valley Farms y Pure Milk and Ice Cream son ejemplos en este sentido (p. 176). Tampoco el famoso político independiente Bernard Sanders (Bernie; enlace en inglés) pudo lograr cambios porque la FDA continuaba defendiendo, a pesar de las pruebas en contra, que la rBST y la BST eran indiferenciables.
Sobre las columnistas Betty Martini y Barbara Mullarkey, que incidieron asimismo en los problemas causados por la autorización de la rBST, se rodó la película “I Love Trouble” (Me gustan los líos/Uno contra otro). La actriz Julia Roberts desempeñó el papel de Barbara Mullarkey, pero la película resultó ser un fracaso, al contrario de lo que sucedió con “Erin Brockovich” que trataba sobre el descubrimiento de un escándalo sanitario-industrial basado en hechos reales.
Barbara Mullarkey también hizo famosa en relación con el aspartamo según se desprende del siguiente enlace en inglés al informe “The Bressler Report” (archive.today). Pese a todo, el aspartamo fue autorizado…
Cohen cita varios ejemplos sobre defensores de la verdad y publicaciones concretas en la prensa escrita. Nos demuestra con el caso de Sam Epstein que las voces críticas no tuvieron oportunidad alguna (p. 183). Monsanto y la FDA tenían tanto poder y tanto que perder que se ocuparon de hacer todo lo posible para acallar estas voces.
Asimismo, varios profesores, como Erik Millstone (no Eric, ni doctor) de la Universidad de Sussex en Inglaterra, escribieron sobre estos embustes, p. ej. en Nature (Reino Unido) –una de las revistas científicas más prestigiosas junto a Science de la AAAS (EE.UU.)– el artículo “Plagiarism or Protecting Public Health” (enlace en inglés en Nature, vol. 371, 20 octubre 1994, p. 647).
Las vacas de hoy en día son máquinas de leche y su gestión se ha convertido en un gran negocio, nos dice Cohen. Crítica además la ganadería actual y hace referencia a los animales que acaban convertidos en muy poco tiempo en comida rápida, en “Fast Food”. Al parecer, la ganadería en los Estados Unidos es todavía más cruel para los animales de lo que es en Europa.
El autor menciona también el libro “Milking the public” de Michael McMenamin y Walter McNamara, publicado en 1980 (p. 197).
En el libro se nos indica que hasta el presidente Richard Nixon recibió más de tres millones de dólares del lobby de la leche. Las decisiones que tomó durante su mandato sobre la industria láctea costaron a los norteamericanos miles de millones de dólares. Las grabaciones del 23 de marzo de 1971, en el marco del escándalo Watergate, hacen referencia a estos hechos.
La correspondencia mantenida entre Cohen y la Dannon Company (Danone) en relación con la National Yogurt Association (NYA; enlace en inglés) resulta de gran interés. De esta se desprende que toda la industria láctea se resistió a una posible diferenciación entre la leche de las vacas no tratadas y la leche procedente de vacas a las que sí se inyectaba rBST.
Otras de las cuestiones importantes es la incompleta eliminación de la BST mediante la pasteurización. Además el autor hace referencia a la frecuente aparición de mastitis entre las vacas y por qué estas deben producir más y más leche a pesar de la oferta excesiva existente en los Estados Unidos.
Quizás esto nos interese menos, pero sí la información que nos ofrece Cohen sobre los estudios del doctor en medicina Alan Greene relacionados con la lactancia (a partir de la p. 203) y sus consecuencias en la calidad de la leche.
Se refiere así a un círculo de problemas como el de las inmunoglobulinas, es decir, las proteínas de los anticuerpos presentes en la leche, la lactoferrina –una proteína con actividades enzimáticas multifuncionales (actividad catalizadora)– y otras sustancias. Algunas son muy diferentes, tanto en cantidad como en efectos, según se trate de la leche materna o de la leche de vaca.
Los lisosomas de la leche materna, con sus enzimas digestivas, influyen considerablemente en la flora intestinal del lactante. La leche materna contiene 30 veces más lisosomas que la de vaca, lo que demuestra su importancia. Las distintas hormonas de crecimiento determinan la flora intestinal del individuo en el futuro.
Pueden observarse diferencias asombrosas entre lactantes que han sido alimentados mediante leche materna durante mucho tiempo y aquellos que han comenzado a una edad temprana a consumir alimentos para bebés (enlace en inglés), platos preparados infantiles o leches maternizadas.
Podemos leer en el artículo en alemán de la Wikipedia sobre alimentación infantil, en el apartado “clasificación fisiológica y nutritiva”, lo siguiente:
La leche materna es el primer alimento del ser humano. Está adaptada a nuestra especie y dada su particularidad y su compleja composición es superior a los alimentos producidos industrialmente (leches maternizadas). No sólo hace posible un desarrollo óptimo, sino que además protege de numerosas infecciones y, probablemente, de otro tipo de riesgos como la muerte súbita del lactante, la diabetes mellitus de tipo 1 y 2, el sobrepeso, la hipercolesterolemia y el asma.
Adicionalmente a los efectos beneficiosos sobre la salud, se ha podido comprobar que la leche materna influye positivamente en la motricidad fina y gruesa, así como en el desarrollo cognitivo de los niños, no en la inteligencia. Estos efectos positivos se derivan de las diversas sustancias presentes en la leche materna y que no se encuentran, o al menos no en las mismas cantidades, en la leche maternizada. Entre dichas sustancias se incluyen células intactas del sistema inmunológico e inmunoglobulinas, aminoácidos como la taurina y la glutamina, ácidos grasos poliinsaturados, poliaminas, nucleótidos, lactoferrina, lisozima, oligosacáridos, inositol, carnitina y antioxidantes
.
Se recomienda una lactancia durante dos años que también puede realizarse mediante leche obtenida gracias a un sacaleches. A continuación puede iniciarse una alimentación mixta y a los tres años a más tardar se aconseja el destete. Si la madre consume de forma habitual nicotina o alcohol y/u otras drogas, o si tuviese que tomar determinados medicamentos, entonces es preferible una alimentación específica para bebés en lugar de la leche materna cargada de sustancias perjudiciales. Afortunadamente, en la actualidad ya no es un problema tan acuciante la presencia en la leche materna de lindano, DDT y bifenilos policlorados.
Un factor importante para los lactantes es que la leche de vaca y la de soja contienen proteínas que les son ajenas. Uno de los efectos es el diferente tiempo de desactivación necesario. Estas proteínas, que son similares pero ajenas, pasan por el tracto digestivo aunque precisan un tiempo cuatro veces más largo que en el caso de la leche materna (p. 206). Por otro lado, el contenido de lípidos en la leche, es decir, la grasa butírica, es muy diferente en la leche materna y es la que prepara al bebé para la digestión futura de una gran variedad de alimentos. Véase para más información el enlace en alemán sobre las dietas formuladas.
Cohen escribe provocador:
En este sentido cita los ejemplos de trastornos como las migrañas e incluso la epilepsia: los médicos envían al paciente al neurólogo en lugar de preguntarle, por ejemplo, si consume el edulcorante aspartamo a través de bebidas dietéticas como la Coca-Cola Zero, a pesar de que se sabe que esta sustancia se encuentra frecuentemente en el origen de estas dolencias.
En la mayoría de los casos, el médico desconoce las reacciones frente a la leche de vaca y las influencias del potenciador de sabor glutamato monosódico (GMS; en inglés MNG, Monosodium Glutamate). El potente lobby y los estudios de investigación financiados por la industria impiden que la medicina convencional enfoque su atención sobre dichas sustancias.
Y sin embargo, doctores en medicina como Neal Barnard (conocido por su libro “Power Foods for the Brain”) y Robert M. Kradjian (“Save yourself from Breast Cancer”, entre otras obras) y otros médicos señalan las relaciones entre hábitos alimenticios (psicología de la alimentación; enlace en alemán) y enfermedades de la civilización (enfermedades del estilo de vida, “lifestyle disease”).
Cohen describe la formación que reciben los médicos y menciona que, lógicamente, su negocio no es la medicina preventiva. En mi opinión, los odontólogos han dado un paso acertado en este sentido. Desde hace décadas realizan una profilaxis en odontología y las revisiones periódicas se han convertido incluso en una fuente de ingresos. No obstante, la medicina preventiva, al menos en el ámbito de la alimentación, ofrecería falsos estímulos porque de nuevo todo giraría en torno a los intereses de la industria de la alimentación y probablemente de la farmacéutica. Esto puede comprobarse en la actualidad en la formación que reciben los y las nutricionistas.
Cohe reproduce entre las páginas 211 y 232 una larga carta (enlace en inglés) escrita por el doctor en medicina Robert Kradjian y que este distribuyó entre sus pacientes. Kradjian señala la confusión que deben generar en el consumidor y en los médicos los así denominados estudios científicos que, en su mayor parte, están financiados por la industria y presentan normalmente los resultados conforme a sus intereses.
Así, los estudios críticos constituyen una pequeña minoría que no recibe prácticamente ninguna consideración. La industria los califica de mitos y consigue rebatirlos, al menos a primera vista, mediante estudios de investigación que ella misma financia. Con estos resultados puede realizar una campaña en contra, y la verdad tiene muy pocas posibilidades de imponerse.
Kradjian es “Breast Surgery Chief Division of General Surgery”, es decir, director médico del área de cirugía de mama. Su “carta” lleva el siguiente título: “The milk letter: A message to my patients”. Este vínculo conduce a un PDF que incluye numerosas citas y referencias bibliográficas.
En los foros y libros en idioma alemán se suele atribuir la siguiente frase al estadista Winston Churchill: No te fíes de ninguna estadística que no hayas falsificado tú mismo
. En realidad, la frase auténtica dice Sólo confío en la estadística que yo mismo he falsificado
y procede de la propaganda nazi contra Churchill, tal y como puede leerse en el citado enlace a una web oficial de Alemania. Esto mismo me suele suceder a mí con los estudios científicos, igual que ha sucedido con la propaganda contraria a Churchill que todavía perdura en algunas mentes.
Kradjian hace referencia a las consecuencias de la recomendación que dice: Tenemos que consumir leche y productos lácteos para cubrir nuestras necesidades de calcio
. Este consejo nos llega continuamente de los organismos oficiales y del marketing siempre presente de la industria láctea. Además, los nutricionistas nos convencen de que los productos lácteos constituyen un grupo de alimentación esencial. Según Kradjian, la mayoría de las personas no tomaban (hasta ahora) ni leche ni derivados lácteos. Además, la mayor parte de los individuos ni siquiera tolera dichos alimentos.
Tan sólo los “blancos”, también denominados ahora caucásicos, “europeos de piel clara” o de raza europea, se acostumbraron en cierta medida a la leche. El autor continúa con una cita del “Utne Reader” de marzo/abril de 1991 (en la página 211 se menciona erróneamente el “Medical Reader”) que dice así: If you really want to play it safe, you may decide to join the growing number of Americans who are eliminating dairy products from their diets altogether
.
Lo que quiere decir, y con razón, es que los nutricionistas y la mayoría de los investigadores del sector alimentario (Nota: de un modo bastante irreflexivo y acrítico) repiten lo que estudiaron hace años.
En cambio, lo que el autor recomienda es estudiar primero la naturaleza y después la historia de nuestra evolución (Nota: los últimos dos a cuatro millones de años son suficientes).
A continuación deberíamos analizar la literatura científica: desde 1988 hasta 1993 encontramos en los archivos médicos más de 2.700 artículos sobre la leche.
Entre estos, 1'500 tratan la cuestión de la leche como tema principal y 500 se centran en los animales, la investigación esotérica o son escritos que no presentan resultados unívocos.
Ninguno de los autores de los 500 estudios de investigación analizados por el autor contempla la leche como un buen alimento. La mayoría de los trabajos se ocupan de los efectos del consumo de leche, como cólicos, síndrome del intestino irritable, hemorragias gastrointestinales (sangrados digestivos), anemia, alergias en lactantes y niños o infecciones provocadas por la leche, p. ej. por la salmonella.
El autor considera aún más peligrosas las infecciones víricas, como el virus de la leucemia bovina (BLV; enlace en inglés), la leucosis enzoótica bovina (enlace en alemán) y las dolencias previas a la diabetes mellitus. Asimismo entran en discusión la posible contaminación de la leche con sangre, pus, sustancias químicas acompañantes e insecticidas.
En los niños se han observado alergias, infecciones de oído y de amígdalas (otitis, amigdalitis), pérdidas de orina (enuresis), asma, hemorragias intestinales (sangrado digestivo), cólicos y diabetes (antes diabetes mellitus tipo 2 y tipo 1, y diabetes infanto-juvenil, aunque no la diabetes tipo MODY).
En los adultos se produce una mayor incidencia de cardiopatías isquémicas, artritis, alergias, sinusitis (inflamación de los senos paranasales), leucemia, linfomas (cáncer del sistema linfático) y otros tipos de cáncer (p. 212).
El autor nos remite a un estudio publicado en Inglaterra en The Lancet, 1992, vol. 339, p. 261-264. Según se pudo observar en dos grandes grupos de niños durante diez años, los que habían sido alimentados con leche materna tenían un CI 10 puntos superior al del grupo de niños alimentados con leche de vaca y productos para bebés. En comparación con la leche materna, la leche de vaca no contiene la suficiente cantidad de ácidos linoleicos, unos ácidos grasos esenciales.
A mitad del siglo XX, una vaca producía unos 1'000 litros de leche anuales. En la actualidad, esta cifra se ha multiplicado por 25. El autor menciona que, desde que ha comenzado a utilizarse la rBGH para incrementar la producción de leche, los casos de mastitis se han incrementado entre un 50 y un 79% y en consecuencia se precisa una mayor aplicación de tratamientos antibióticos. En este sentido cita a las empresas comercializadoras Upjohn, Eli Lilly y American Cyanamid Company, pero no a la empresa dueña de la patente Monsanto.
Esta comprobación se realizó de un modo muy superficial y se presume que en realidad la cifra es de un 51%. Existe un test denominado Charm II que es capaz de detectar 40 sustancias pero que no se desea utilizar…
Según parece, todas las vacas de alta productividad (producción de leche; enlace en alemán) padecen en la actualidad inflamaciones de las ubres (mastitis, e. coli mastitis bovina (enlace en alemán), streptococcus uberis, etc.) que ocasionan la aparición de glóbulos blancos en la leche, es decir, de pus. Esto se produce en cantidades tan reducidas que no resulta peligroso. La definición técnica es bastante críptica: presencia de macrófagos con numerosas vacuolas y partículas fagocitadas (fagocitosis). Esto es lo que denominamos pus.
En la leche de las mujeres vegetarianas la cantidad de pesticidas era sólo la mitad (p. 216).
| Asimismo pueden producirse alergias a la leche de vaca (enlace en inglés) y otros trastornos que sólo se presentan con su consumo cuando la mujer bebe leche durante la lactancia. Por otro lado, cabe indicar que no se ha encontrado aún la causa de la costra del lactante (seborrea). |
La lecha de vaca contiene en comparación con la leche materna tan poco hierro que pueden producirse anemias (según palabras del doctor en medicina Frank A. Oski en “The Journal of Pediatrics”, 1983, p. 72-253).
Oski fue director del Johns Hopkins Children’s Center y autor del libro “Don’t Drink Your Milk”. En el año 1972 obtuvo el premio E. Mead Johnson de la asociación Society for Pediatric Research (miembro de la American Pediatric Society).
En relación con la osteoporosis, la Deutsche Wirtschafts Nachrichten de 28/10/2013 informa en su artículo “Harvard: Milch von der Kuh ist nicht gesund” (Harvard: la leche de vaca no es saludable; enlace en alemán) sobre lo siguiente:
Los investigadores de la Harvard Public School for Health examinaron durante doce años el efecto de la leche en los huesos de un total de 75.000 mujeres. Los resultados demostraron que los huesos de las mujeres participantes en el estudio no se habían fortalecido y que incluso eran más propensos a fracturarse. La explicación de estos efectos reside en la hiperacidificación del organismo producida por el frecuente consumo de leche. El cuerpo recurre al depósito de calcio de los huesos para la neutralización de la acidez y por eso aumenta el número de casos de osteoporosis. (…)
Muchos productos lácteos presentan un alto contenido de grasas saturadas, que constituye un factor de riesgo en el desarrollo de enfermedades coronarias. Otros estudios demuestran que, debido a la lactosa de la leche, las mujeres pueden desarrollar un mayor riesgo de contraer cáncer de ovario.
En el caso de los hombres, una elevada ingesta de calcio –ya sea a través de los productos lácteos o a través de las verduras– puede conducir a una mayor incidencia de cáncer de próstata. Durante un estudio a largo plazo de Harvard, realizado con 20'000 hombres, pudo constatarse que aquellos que consumían leche al menos dos veces al día presentaban un riesgo 34% superior de contraer cáncer de próstata que aquellos cuyo consumo era reducido o nulo”.
Los autores mencionan asimismo que la capacidad de absorción del calcio de la leche es menor que la que se produce con determinados tipos de verduras como el brócoli, la col de Bruselas o la lechuga, y que algunas de ellas contienen además mayores cantidades de calcio.
Señala igualmente los trabajos del profesor de Harvard, el doctor (Ph. D., 1940) David Mark Hegsted (enlace en inglés; 1914-2009; currículo en inglés en PDF en la web de la NAS), que demuestra que la correlación con la osteoporosis en los países con un alto consumo de leche es muy elevada: los países con un consumo elevado de productos lácteos registran un índice alto de casos de osteoporosis. Estos resultados coinciden con los obtenidos en las investigaciones de Ancel Keys de la Universidad de Minnesota.
El texto del libro traslada a Hegsted a Inglaterra… véase, sin embargo, lo que dice este artículo en inglés publicado en The American Journal of Clinical Nutrition de 2001.
A pesar de todos estos resultados tan claros y realmente alarmantes, la Wikipedia incluye la siguiente afirmación: Para la prevención es decisiva la ingesta de una cantidad adecuada se calcio de aproximadamente 1 g/día (terapia básica de la DVO; enlace en alemán). Un litro de leche o 100 gramos de queso de pasta dura contienen un gramo de calcio. Además de los lácteos (especialmente la leche y el yogur), las verduras de hoja verde como la col rizada o el brócoli también son buenos suministradores de calcio
.
Es evidente que la leche y los derivados lácteos producen precisamente los efectos contrarios al influir por diversas causas en la pérdida de calcio de los huesos. Por lo menos en la Wikipedia en español y en inglés ya no encontramos las palabras “leche/milk” o “lácteo/dairy” en este contexto. En cambio, la Wikipedia en idioma alemán no sólo no menciona todas las fuentes alternativas de calcio, sino que además comenta desde un punto de vista negativo los nuevos descubrimientos contrarios al consumo de leche, argumentando que faltan estudios que los contrasten. Claro que la industria de los lácteos no financia este tipo de investigaciones… ¿Entonces quién? En cualquier caso sí se han realizado estudios prospectivos (PMC1380936) que demuestran que las tesis que defienden que el consumo de leche es positivo para los huesos no son más que un disparate y lo único que logran es perjudicar a la población. Los cuentos no deben dejar de contarse, pero ¿debe permitirse a la industria láctea que continúe contándolos?
Es una verdadera ironía que la Wikipedia publique frases como la siguiente: Se ha demostrado que un consumo de leche suficiente previene la aparición de osteoporosis, hipertensión arterial, infartos de miocardio y sobrepeso
.
El doctor en medicina Robert M. Kradjian señala que el consumo estimado de proteínas de origen animal entre los esquimales asciende a un 25%, además de incluir una ingesta especialmente elevada de calcio de 2'500 mg/día. Y sin embargo los esquimales presentan un récord en casos de osteoporosis (p. 228). Los bantúes de África del Sur ingieren menos de la mitad de proteínas que los esquimales. Además estas proceden fundamentalmente de alimentos vegetales.
En cuanto al calcio, su ingesta es de tan sólo unos 200-350 mg diarios, es decir, aproximadamente la mitad de nuestro consumo habitual. El resultado, a pesar de que las mujeres tienen una media de seis hijos, es una osteoporosis casi inexistente, salvo que emigren a los Estados Unidos. En este caso, los valores se acercan a los estadounidenses.
A la pregunta sobre cuál debe ser nuestra fuente de calcio, si no lo obtenemos de la leche, Kradjian nos recuerda que la alimentación natural de las vacas son los pastos. Los seres humanos no somos capaces de aprovechar la hierba debido a que nuestro sistema digestivo es completamente diferente, tan sólo podemos digerir la verdura. Nos recuerda también que los elefantes, los caballos y los rinocerontes son veganos. Ninguno de estos animales padece osteoporosis, como tampoco la mitad de la humanidad que prácticamente no consume lácteos y que no presenta más que ínfimas tasas de esta enfermedad.
En el futuro, los asiáticos en Asia y los africanos en África asistirán a un crecimiento de la incidencia de nuestras enfermedades occidentales. La industria de la alimentación se esfuerza por expansionarse y, por ejemplo, ya en China se pretende lograr un crecimiento rápido de los niños para que alcancen las tallas de Occidente. Esto implica también una madurez sexual precoz.
No son solamente los productos lácteos los que originan la osteoporosis, sino también el exceso de proteínas de origen animal y una carga ósea insuficiente. Paulatinamente, las autoridades oficiales comienzan a aceptar que la antigua pretensión de consumir el máximo de proteínas posible es exagerada. Una prueba de esto es que las recomendaciones de los últimos 60 años van disminuyendo los niveles aconsejados. No obstante, los niveles actuales todavía continúan siendo excesivamente elevados.
Debe tenderse a una recomendación centrada en aprovechar sobre todo las proteínas de origen vegetal. En este sentido, aún sobreviven algunas teorías curiosas como insistir en que debemos consumirlas en combinación con otros alimentos, p. ej., huevo con patatas. En la actualidad da quedado demostrado que dichos consejos no tienen sentido y que el control lo realiza el propio organismo.
El profesor y doctor en medicina Benjamin McLane Spock (1903-1998), el pediatra más famoso de los Estados Unidos, fue un defensor de la lactancia materna. Pensaba que la realización de un estudio, por lo demás muy poco costoso, que comparase lactantes que tuviesen madres veganas y madres con una alimentación normal, nunca llegaría a llevarse a cabo porque nadie obtendría un provecho económico de él.
Kradjian enumera en la carta a sus pacientes otros problemas generados por la utilización de leche cruda o de leche pasteurizada. Un estudio de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) demostró que más de un tercio de las infecciones por salmonella (salmonelosis, gastroenteritis por salmonella) registradas en California entre los años 1980 y 1983 se produjeron por la ingesta de leche cruda.
En su opinión se trata de una vía abierta al regreso de la brucelosis y a más casos de leucemia. Asimismo menciona el artículo publicado en el "Journal of the American Medical Association" (251: 483, 1984) sobre la aparición de infecciones producidas por la yersinia enterocolitica con el consumo de leche entera pasteurizada. La yersinia enterocolitica y la yersinia pseudotuberculosis son las causantes de la yersiniosis (p. 218).
El artículo de la Wikipedia en alemán sobre la yersiniosis dice lo siguiente: La yersiniosis enteral es una dolencia diarreica infecciosa que cursa con dolor y espasmos abdominales y fiebre. La enfermedad la producen determinados serotipos de yersinia enterocolitica y yersinia pseudotuberculosis. Las fuentes de infección pueden ser alimentos contaminados (carne cruda), agua de beber o animales domésticos. Por eso se trata también de una zoonosis. (…) La yersiniosis también se denomina pseudoapendicitis (enlace en alemán) debido a sus síntomas. En Alemania es una de las enfermedades que debe comunicarse obligatoriamente. En caso de sospecha, enfermedad o fallecimiento es preciso informar al Instituto Robert-Koch (enlace en inglés).
En el año 2007 se registraron en Alemania 4'987 casos de esta enfermedad, en 2006 fueron todavía 5.162 y en 2011 se informó de 3'500 nuevos casos. La incidencia de la enfermedad es de 4 por cada 100'000 habitantes. La mayoría de los casos se registraron entre niños de corta edad. Desde un punto de vista geográfico, incide sobre todo en Turingia, Sajonia y Sajonia-Anhalt
.
Las repercusiones tardías son la artritis por yersinia (enlace en alemán), la ileitis persistente (pseudo Crohn) y el eritema nodoso.
Kradjian menciona un estudio canadiense sobre varios países, publicado por el American Journal of Clinical Nutrition en marzo de 1990. En el estudio se describe la correlación significativa entre el consumo de proteínas lácteas no fermentadas y la diabetes mellitus de tipo 1 (Tipo I), también denominada diabetes infanto-juvenil. Las personas afectadas padecen dicha enfermedad a lo largo de toda su vida. En cambio, la correlación resulta negativa en los casos de niños alimentados con leche materna.
Otro estudio realizado en Finlandia demuestra que los niños con diabetes de tipo 1 presentan mayores cantidades de anticuerpos contra la leche en el suero (Diabetes Research 7(3): 137-140, marzo de 1988).
Algunos “científicos” siguen defendiendo todavía que la diabetes de tipo 1 se origina tan sólo por motivos de predisposición genética. Incluso después de conocerse los resultados de un estudio realizado con niños de Pakistán que emigraron a Inglaterra. Estos niños desarrollaron tras la migración casi diez veces más diabetes de tipo 1 de lo habitual (British Medical Journal, 18 de marzo de 1992). El New England Journal of Medicine publicó el 30 de julio de 1992 un informe que fue reproducido también por Los Angeles Times.
Se trataba de un estudio del Hospital for Sick Children de Toronto en el que también participaron investigadores de Finlandia. Los resultados mostraban que Finlandia poseía los índices más elevados de consumo de leche y productos lácteos, así como de casos de diabetes de tipo 1. Esta terrible enfermedad afectaba a 40 de cada 1'000 niños en comparación con los 6/8 en los Estados Unidos. En los niños afectados se detectaba una cantidad de anticuerpos contra la proteína de la leche al menos ocho veces superior a lo normal. Estas cifras no dejan lugar a dudas de que se trata de una enfermedad autoinmune.
Teniendo en cuenta la gran similitud entre estas proteínas y las del ser humano, es altamente recomendable no alimentar a un niño con productos procedentes de la leche de vaca hasta que su organismo sea capaz de diferenciarlas. Según parece, a tenor del lobby de la industria láctea y si uno considera la leche como necesaria, esto se produce a partir de un año de vida del bebé.
Los resultados de un estudio a largo plazo realizado primero con 400 niños y después con otros 3'000 deberían demostrarlo. Un criterio que debía cumplirse en el citado estudio era una duración de nueve meses. Lamentablemente, el estudio no tuvo en cuenta si las mujeres lactantes ingerían proteínas de origen animal ni tampoco se analizó este factor por separado…
Además, el doctor en medicina F. Xavier Pi-Sunyer, presidente de la American Diabetes Association (ADA; enlace en inglés), subrayó que esto no significaba que los niños no debían consumir leche de vaca porque se trataba ¡de las “buenas” proteínas! Robert Kradjian se plantea naturalmente la cuestión sobre el apoyo que la ADA recibe de la industria de los lácteos (p. 220).
Varios estudios han demostrado que el consumo demasiado precoz de leche de vaca puede generar anticuerpos que atacan a los islotes pancreáticos, que son los acúmulos de células encargados de producir insulina. Esto genera la diabetes de tipo 1, que antes se denominaba diabetes juvenil o de la infancia. El paso de una situación normal a una patológica es difuso (glucemia).
A continuación menciona que el virus de la leucemia bovina se encuentra en un 80% de los rebaños de los EE.UU., y que con la mezcla de leche de distintas procedencias la contaminación se incrementa hasta un 90-95%. No obstante, este problema sólo se da con la leche cruda, no con la que ha sido correctamente pasteurizada. Según el doctor en medicina Virgil Hulse, especialista en lácteos, los Estados Unidos es el país con la mayor tasa de incidencia de este virus después de Venezuela (p. 221).
Las autoridades alemanas y suizas tratan de erradicar, según indica la Wikipedia (junio 2014), la leucosis enzoótica bovina (enlace en alemán). Debido a que los animales no presentan síntomas clínicos ni se producen cambios en sus análisis sanguíneos, no es fácil determinar con seguridad si la enfermedad está erradicada en países como p. ej. Alemania.
La Wikipedia en alemán enumera las enfermedades bovinas de origen bacteriano más importantes: Brucelosis, carbunco, paratuberculosis, panaritium, carbunco sintomático, salmonelosis, tuberculosis. Las enfermedades de origen vírico más significativas son: el herpesvirus bovino IBR/IPV, la mucosal disease/diarrea mucosa bovina viral BVD y la glosopeda o fiebre aftosa del ganado. Los trastornos metabólicos más frecuentes son la cetosis, la hipocalcemia y el tétanos. Los parásitos más importantes: los gusanos pulmonares, las ascárides, la duela del hígado y la coccidiosis
.
Puede romperse una lanza en favor de la leche diciendo que la mayoría de las enfermedades infecciosas bovinas no resultan problemáticas para las personas y que incluso la encefalopatía espongiforme bovina se encuentra totalmente controlada.
Kradjian nos demuestra que la leche puede convertirse en un verdadero problema mediante el ejemplo del suceso acontecido en abril de 1985 en una empresa transformadora láctea de la zona de Chicago. A través de una conexión transversal se mezcló leche cruda con leche pasteurizada causando entre los consumidores 4 muertos y 150'000 enfermos. La leche pasteurizada contenía una salmonella muy agresiva.
Nos pregunta qué sucedería si esta leche también estuviese infectada por el virus de la leucemia y nos recuerda lo que publicó el San Francisco Chronicle, el 10 de junio de 1990, sobre el Clúster de la leucemia (enlace en alemán). En general suelen transcurrir bastantes años hasta que se detecta una leucemia. En el caso de Elbmarsch, una localidad en Baja Sajonia, aún se desconocen exactamente los motivos de la gran incidencia de leucemia entre los niños.
La leucemia bovina es capaz de infectar células humanas in vitro, pero no se han comprobado infecciones directas. Para que esto suceda se precisa una vía de transmisión que no se ha detectado oficialmente en la leche. Sin embargo, cabría hacerse la pregunta de por qué el organismo humano desarrolla en determinadas ocasiones anticuerpos contra la leche que consume (p. 221) y por qué los veterinarios y la población de zonas con ganados contaminados desarrollan leucemia con mayor frecuencia.
Los estados norteamericanos de Iowa, Nebraska, Dakota del Sur, Minnesota y Wisconsin registran estadísticamente más casos de leucemia que el resto. Una situación similar se produce en Suecia y Rusia.
Son sobre todo los ganaderos quienes presentan índices de leucemia significativamente más elevados, así:
Dairy farmers have significantly elevated leutemia rates. Recent research shows lymphocytes from milk fed to neonatal mammals gains access to bodily tissues by passing directly through the intestinal wall.
El autor señala asimismo cuatro publicaciones que inciden sobre el citado problema y resalta antes que la cuestión de la leucemia bovina afecta, al fin y al cabo, al mantenimiento de la salud de la cabaña vacuna. Una vaca enferma produce al principio más leche pero sólo hasta que la linfocitosis comienza a ser significativa. Después su destino es el matadero porque deja de resultar rentable.
Igualmente cita un estudio publicado en el British Medical Journal (61: 456-9, de marzo de 1990) sobre Noruega (p. 222-223). En el estudio se examinaron durante más de once años a 1.422 personas que bebían como mínimo dos vasos de leche diarios. Estas personas desarrollaron 3,5 veces más linfomas malignos (cáncer del sistema linfático) que el resto de la población.
En el libro “There is a Cure for Diabetes” del doctor en medicina Gabriel Cousens se menciona, en la página 51, un estudio prospectivo (enlace en inglés) sobre 15.914 personas. ¿Se trata realmente del mismo estudio?
Cousens califica la leche como “carne líquida” (“liquid meat”). En su obra “Lymphomas and Animal-Protein Consumption” compara varios países con un gran mercado de leche con lo que sucede en un país como Japón. En los años 1955/56, en Japón se consumían tan sólo 1,5 gramos diarios per cápita. En cambio, en Nueva Zelanda (seguida de los EE.UU. y de Canadá) el consumo ascendía a 43,8. Hay un monumento en Japón que rememora a la primera vaca sacrificada en el año 1930.
Según Cousens, existe una relación significativamente elevada entre los fallecimientos por linfomas y el consumo de leche de la población. Los japoneses que viven en los Estados Unidos presentan unos índices de mortalidad tan elevados como los de los norteamericanos. Estas cifras demuestran con claridad que el riesgo no está determinado genéticamente, tal y como nos quieren hacer creer los representantes de la industria láctea y nos explican después los médicos de buena fe. Para finalizar, describe las posibles vías de transmisión de más de 100 anticuerpos diferentes en nuestra sangre, que se produce también a través de la leche pasteurizada.
Kradjian afirma que con el consumo diario de más de un vaso de leche se observa una correlación con el desarrollo de cáncer de ovario que surge en 3,1 casos más de lo habitual. En cuanto a los casos de cáncer de pulmón, el riesgo se duplica. Aquí encontramos también una explicación para el hecho de que los fumadores en Japón presenten un riesgo inferior al de las personas que viven en zonas con un consumo de leche elevado.
Los casos de cáncer de próstata, según un estudio del instituto Roswell Park Memorial Institute publicado en Cancer (64 (3): 605-612, de 1959), se multiplican por 2,49 cuando existe consumo de leche y se relacionan con el contenido de grasa de origen animal. En la actualidad se trata del cáncer con mayor incidencia entre los hombres y con la segunda mayor tasa de mortalidad.
En relación con los trastornos renales, Kradjian –el autor de la carta a sus pacientes– cita al profesor y doctor en medicina Barry M. Brenner, que cuenta en su haber con numerosos títulos y reconocimientos, entre ellos un galardón por su obra de consulta básica sobre los riñones.
Brenner fue el primero en destacar el problema del exceso de proteínas para los riñones. Los peligros que suponían las grasas y el colesterol ya eran conocidos. Como ejemplo cabe señalar que la leche materna contiene aproximadamente tres veces menos proteínas que la leche de vaca. La leche de oveja o de cabra contiene aún más.
Kradjian menciona en su carta la problemática relacionada con la vitamina D y cómo la población caucásica del Norte (es decir, los europeos del Norte) pierde la tolerancia natural a la lactosa al término del periodo de lactancia. Por este motivo, muchos niños pequeños desarrollan alergias a la leche, mayor fluidez intestinal e incluso hemorragias en el intestino y anemias producidas por el consumo de leche. Resalta además que la leche desnatada, sin tener en cuenta el contenido en agua, suministra entre un 24 y un 33% de calorías en forma de grasa.
Como conclusión a esta larga carta de 21 páginas de Kradjian, Robert Cohen menciona a otro personaje importante, en concreto, al doctor en medicina Neal Barnard del Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM) y autor del libro “Food for Life” entre otros.
De forma resumida, lo que nos indica Cohen en su libro "MILK The Deadly Poison" sobre las afirmaciones de Barnard sobre la leche es lo siguiente:
No existe ninguna necesidad nutritiva de productos lácteos. Una serie de pruebas científicas sustanciales apuntan a reflexiones sobre los riesgos para la salud del consumo de leche de vaca. Estos problemas están relacionados con las proteínas, el azúcar, las grasas y las impurezas de la leche. La leche como alimento para la infancia es muy deficiente.
Cohen cita en la página 233 que las necesidades de hierro en el niño ascienden a 15 mg diarios y continúa diciendo: Un niño debería beber cada día 29 litros (31 “quarts”) de leche para cubrir sus necesidades de hierro a través de la leche de vaca
.
La indicación sobre dichas necesidades resulta algo confusa. Incluso adicionando la aportación, no así la reabsorción (enlace en inglés). Las necesidades en el adulto son de 1 a 1,5 mg/día, en el lactante son inferiores y además cuenta normalmente con un depósito de hierro para 6 meses. Cada dl (100 ml) de leche materna contiene 58 µ, según la Wikipedia casi la misma cantidad que la leche de vaca.
La leche materna está perfectamente adaptada a las necesidades del lactante y el índice de reabsorción del hierro es tan sólo de un 10%. En la Wikipedia podemos leer que los lactantes ingieren entre 600 y 1'200 ml de leche diaria divididos entre cinco y doce tomas.
El doctor Daniel Fischer ha estudiado este tema en detalle y comenta la siguiente afirmación: Según un estudio del Instituto de investigación de alimentación infantil (FKE) de la Universidad de Bonn, los lactantes pueden padecer falta de hierro
.
En su publicación titulada “Baby Beikost: Die Wahrheit über Eisenmangel bei Stillkindern“ (enlace en alemán) nos aclara sobre este fraude.
La conclusión del Dr. Fischer es la siguiente:
Se reproduce el patrón conocido: la industria paga por un estudio que beneficia a la industria. El estudio dice exactamente lo que la industria quiere que diga. El instituto crea gran expectación y remite sus resultados a la prensa. Todos los medios de comunicación difunden ciegamente los resultados. Y la mentira mil veces escuchada se convierte en verdad. La población cree y hace lo que la industria quiere.
Un organismo tolerante a la lactosa descompone la lactosa en glucosa y galactosa. Unos índices excesivamente elevados de galactosa pueden generar con el tiempo cáncer de ovario y cataratas. En cambio, en un organismo intolerante a la lactosa las bacterias digieren la leche con el correspondiente desarrollo de gases y diarrea.
El autor menciona asimismo determinadas sustancias adicionales de la leche y recalca de nuevo la cuestión de la osteoporosis. Igualmente señala que, para una misma cantidad de leche, el organismo absorbe bastante más calcio a través de alimentos como, p. ej., la col rizada (”kale” en inglés). ¡Las proteínas de origen animal pueden producir pérdida de calcio en los huesos!
Un sorbo de leche contiene cientos de sustancias diferentes. Esto es un hecho, pero Cohen se atreve además con el color de la leche y sostiene que todos los colores mezclados producen el blanco (p. 235). Es cierto que esto se produce con la síntesis aditiva del color (con la adición de luz) pero no con la mezcla de colores integrada (según Harald Küppers; enlace en alemán), en la que los colores de los cuerpos o de los objetos (enlace en alemán) se adicionan en un color gris o marrón.
Un 87,2% del contenido de la leche entera es agua y sin embargo, el norteamericano promedio consume cerca de 750 kcal a través de los productos lácteos. El colesterol que proporciona esta cantidad de lácteos se corresponde, según el autor, con el de 53 lonchas de tocino diarias y añade que en 52 años esto suma un millón de lonchas. Como la leche contiene la misma cantidad de aminoácidos y proteínas que la carne, la denomina la “carne líquida”.
Los levantadores de peso se dopaban principalmente con la hormona de crecimiento artificial IGF-1 (somatotropina) o con EPO. El endocrinólogo Clark Grosvenor publicó en 1982 una lista de las hormonas y factores de crecimiento conocidos presentes en la leche de vaca. Se trata de más de 50 sustancias diferentes, la mayoría de las cuales son hormonas. ¡Y ajenas a nosotros!
Las sustancias citadas son sólo las más importantes de los centenares de sustancias bioactivas presentes en la leche. Michael Klagsbrun (no Klagsburn, p. 239) demostró en 1978 en su trabajo “Human milk stimulates DNA syntheses and celular proliferation in cultured fibroblasts” (PMC336262) que las hormonas de crecimiento de la leche fomentan el crecimiento celular.
La hormona de crecimiento insulínico IGF-1 es precisamente la que parece inducir mayores problemas en el ser humano. Numerosos investigadores consideran que dicha hormona es responsable del desarrollo del cáncer (no de su aparición). La IGF-1 es la hormona de crecimiento más potente que existe.
En la Wikipedia en alemán, el artículo sobre la bombesina dice lo siguiente: “Debido a la presencia elevada de receptores específicos de neuropéptidos en las células tumorales y a que la bombesina participa en la aparición del cáncer de mama y de próstata, se investiga actualmente sobre análogos de bombesina metabólicamente más estables que, marcados radioactivamente, puedan utilizarse en el diagnóstico y en el tratamiento, como radiofármacos, de diferentes cánceres”.
Y en la misma Wikipedia sobre somatotropina: “En el ámbito del dopaje, la somatotropina es considerada como una costosa “arma milagrosa”. La utilización de somatotropina en personas que no sufren carencias de dicha hormona produce acromegalia con efectos secundarios muy perjudiciales y que con frecuencia resultan irreversibles”.
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