La lista de doctores que han reconocido los problemas de la leche suma uno más, que analiza multitud de estudios científicos y aporta citas de 32 de ellos.
Tengo que admitir que el libro "Milch besser nicht!", ("Leche mejor no!") de Maria Rollinger plasma de forma más concisa las ideas y está mejor adaptado para los lectores europeos. El enlace a la reseña se encuentra más adelante en este artículo en el recuadro que retrata la imagen de la portada del libro. No obstante, la publicación de la que nos ocupamos en este artículo, del autor Frank Aram Oski (1932-1996) añade otros aspectos importantes. Como pediatra y hematólogo, fue director del servicio de pediatría de la Universidad Estatal de Nueva York y más tarde de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
El doctor Oski, su obra y experiencia, se convirtieron en referentes de las enfermedades, la nutrición y la higiene de los niños en los Estados Unidos. Pero no solo eso: más tarde también se ocupó de la dieta de los adultos. Publicó este libro poco antes de su prematura muerte debido a un cáncer de próstata. Su análisis de la leche llegó demasiado tarde para él, sin embargo, las investigaciones que realizó y que comparte con nosotros sorprenden por su riqueza. Las denomina Datos escalofriantes sobre el alimento más sobrevalorado del mundo
. En este artículo proporcionamos enlaces de todos los trabajos científicos que dirigió.
El libro "¡Ojo! ¡No te bebas la leche!" aporta los argumentos y motivos importantes por los que la leche de vaca no es saludable, así como las causas por las cuales muchas personas lo desconocen. Cualquier leche ajena a la propia está considerada como no saludable; sin embargo, el autor no menciona una cuestión importante: las numerosas hormonas de crecimiento que contiene la leche.
La deficiencia de hierro en los niños que consumen mucha leche fue, con mucha probabilidad, el primer indicio de los problemas que ocasiona la leche de vaca. Por aquel entonces, esta todavía se consumía como alimento complementario.
Sin embargo, el contenido de hierro de la leche de vaca, con un valor de 60 µg/dl, no es muy distinto del que contiene la leche materna, que se sitúa en 74 µg/dl.
La verdura tiene entre el doble y hasta más de treinta veces la cantidad de hierro que contiene la leche; un buen ejemplo de ello son las espinacas y las acelgas. Además, a menudo también aportan más calcio, si se considera la absorción neta.
Comparación de los minerales que contiene la leche humana y la leche de vaca (mg/dl) | ||
Elemento | Humana | Vaca |
Ca (calcio) | 30 | 120 |
P (fósforo) | 14 | 94 |
K (potasio) | 51 | 150 |
Na (sodio) | 15 | 45 |
Cl (cloro) | 41 | 106 |
Mg (magn.) | 4 | 12 |
S (azufre) | 14 | 33 |
Tabla del libro «Milch und Milchprodukte in der Ernährung des Menschen», («Leche y productos lácteos en la nutrición humana»), escrito por el profesor Edmund Renner, tercera edición 1977, páginas 152 y 156. |
En la página Vegan.de figura lo siguiente (31/05/02): El doctor Renner está considerado el gurú de la leche y ha llevado a cabo varios estudios sobre la supuesta prevención de la osteoporosis mediante el consumo de leche de vaca
.
A continuación presentamos los resultados tomados del diario International Dairy Journal 1991/1/p. 77-82. Más adelante presentamos una dura crítica de cómo este estudio se llevó a cabo en la Universidad Justus Liebig de Giessen. He convertido los datos de mg/l a mg/dl para que puedan compararse con la forma habitual mg/100g y no lleven a confusión.
El profesor Oski nos informa, como científico de referencia, de por qué la leche y los productos lácteos se han convertido en alimentos imprescindibles de nuestra dieta. Cita ejemplos que reflejan la gran influencia que ejerce la industria láctea y los grupos de presión, y señala el gran negocio y la manipulación política sin olvidarse de aportar hechos y cifras. Poco a poco va surgiendo una postura crítica, debido a que se han descubierto enfermedades que sin duda derivan del consumo de leche.
Comienza tratando el problema de la intolerancia a la lactosa, que afecta a la mayoría de la población mundial. Tras analizar varios grupos tribales en Nigeria, comprobaron que en dos de ellos, el 99 % de las personas eran intolerantes a la lactosa a partir de los tres años. Por otro lado, en el norte y sur de Europa existen muchos menos casos de intolerancia a la lactosa, así como en algunas regiones de África o la India. No obstante, aquellas personas que no sufren intolerancia a la lactosa y puedan tolerar el consumo de leche, también ser verán afectadas por el resto de inconvenientes que supone su consumo.
En dichos casos, se deben sustituir los productos lácteos por productos derivados de la soja. Es importante saber que la soja también puede causar reacciones alérgicas a algunos niños. La mayoría de las madres están convencidas de que la leche de vaca es esencial para su hijo y este puede ser uno de los motivos por los que los médicos no se atreven a ofrecer una alternativa.
En primer lugar es importante cerciorarse de que los síntomas mencionados no tienen otras causas. Sin duda alguna, a menudo padecemos alergias alimentarias que no nos han diagnosticado y por ello, ha de considerarse la leche como el primer alérgeno causante de estos síntomas.
Algunas alergias alimentarias —en especial en el caso de la leche— no desencadenan la producción de inmunoglobulina E. La intolerancia al gluten o celiaquía pertenece al grupo de intolerancias alimentarias inmunológicas en las que no interviene la inmunoglobulina E. Los anticuerpos de la sangre por lo general solamente indican que la persona con alergia consume dicho alimento con mayor frecuencia.
En el capítulo "¿Puede ser fatal la grasa?" se menciona que en EE. UU. cada año mueren un millón de personas a causa de enfermedades cardiovasculares, que a su vez representan el 50 % de las causas de muerte en EE. UU.
Por consiguiente, a fin de reducir el riesgo de sufrir enfermedades como la arteriosclerosis, apoplejías o infartos, es esencial que la ingesta de grasas sea de origen vegetal.
El libro expone cómo la comunidad científica no se dio cuenta hasta los años 50 (después de la guerra de Corea), de que estas enfermedades comienzan a desarrollarse (patogénesis) durante la infancia, cuando el individuo sigue una dieta occidental.
Antes de que se investigara en profundidad el problema de la grasa se afirmó, lamentablemente, que la proporción de grasa de la dieta occidental era demasiado elevada y la comunidad científica se deslizó hacia el análisis de otros problemas de salud, como la diabetes.
Hasta mucho más tarde no se dieron cuenta de que la clave no radicaba en reducir el consumo de grasas, sino en asegurarse de la calidad biológica de estas. Por último, reconocieron que el consumo de grasas y —sobre todo— proteínas vegetales contribuía a tener una vida más sana que si se consumían proteínas de origen animal.
En concreto, reconocieron la importancia de ciertos ácidos grasos. La reseña del libro "Elstudio de China" del profesor Colin T. Campbell le ayudará a dejar de ser el juguete de la industria alimentaria. Michael Moss nos cuenta por qué desarrollamos esa dependencia y nosotros lo explicamos en nuestra reseña Sal, azúcar y grasas.
Más adelante, el doctor Frank A. Oski nos explica la relación existente entre el elevado consumo de leche y productos lácteos, y el desarrollo del cáncer —sobre todo el cáncer de colon, el cáncer de mama y el cáncer de próstata— sobre la base de numerosos estudios científicos, de los que aporta documentación en el apéndice de investigación. También menciona libros y sugiere lecturas alternativas en relación con el tema.
Como pediatra escribe sobre las consecuencias que tiene para los bebés no tomar leche materna en exclusiva o durante un período de tiempo reducido. También aclara las posibles consecuencias que esto puede tener en el transcurso de la vida de estos niños.
El profesor Edmund Renner, quien suele interceder a favor de la industria alimentaria, reconoce lo siguiente en su obra de referencia (véase más arriba) (p. 157):
En los bebés prematuros se aprecian cambios significativos en la leche, que muestran en su mayoría niveles elevados de cobre, magnesio, silicio y aluminio (Unanyan 1967).
En la página 162 afirma lo siguiente con respecto a la alimentación de los lactantes: La leche que sirve de alimento a un recién nacido ha de tener una proporción reducida de minerales, ya que la ingesta elevada de sustancias minerales durante el primer mes de vida podría sobrecargar la actividad del riñón (Abe 1969, Droese y Stolley 1972, Kagan et al. 1956, Nichols y Danford 1966, Yamauchi y Tsugo 1970).
La leche materna se adapta a las necesidades del bebé en todo momento, y no solo el calostro (primera leche) es primordial para el desarrollo sano del lactante.
Pero, ¿qué alternativas tiene una madre que no puede dar el pecho a su bebé?
El doctor Frank A. Oski menciona que los productos sustitutivos de hoy en día son mucho mejor que hace años, y recomienda a las madres que recurran a la leche de nodriza. A continuación, el autor explica cómo debe proceder una madre con respecto a los alimentos de sustitución y también trata el tema del destete. En el siguiente apartado, este autor y médico profundiza sobre la manera en que los adultos y los ancianos deben comportarse con respecto a la leche y los productos lácteos.
En el título siguiente, el doctor Oski nos explica la cuestión del calcio. El calcio (calcium) es importante para nosotros, los seres humanos. La industria láctea afirma que debemos satisfacer nuestras necesidades de calcio mediante la leche y sus derivados. Sin embargo, nosotros ya recibimos los aportes suficientes de calcio a través de las verduras, que contienen un calcio de absorción más fácil.
El cuerpo humano tiene más capacidad para asimilar el calcio procedente de las verduras, el pescado o las nueces que el que contiene la leche.
Los estadounidenses ingieren 807 mg de calcio solamente de los productos lácteos, como por ejemplo el queso. Además, las mujeres de edad avanzada a menudo sufren osteoporosis, mientras que en Taiwan, donde solo consumen 13 mg o en Ghana con 8 mg, existen muchos menos casos de osteoporosis y las personas tienen una dentadura mejor.
Cuando estas personas adoptan nuestra dieta occidental, empiezan a manifestar —en ocasiones no se manifiesta hasta la segunda generación— la misma susceptibilidad a la osteoporosis que nosotros. El autor enumera algunos alimentos que contienen calcio como los pimientos (229 mg/100g), la col rizada (175 mg/100 g), las espinacas (150 mg/100 g), las almendras (264 mg/100g) o el pescado, que en el caso de las sardinas llega a los 382 mg/100 g.
Sin embargo, se trata de excepciones y solo una mejor biodisponibilidad y el elevado pH de las frutas y las verduras marcan la diferencia.
El siguiente texto trata sobre los ingredientes no deseados que contienen los productos elaborados con leche de vaca. Comienza con bacterias indeseadas como la Escherichia coli (E. coli) o el Staphylococcus aureus (estafilococo áureo), que no desaparecen y se reproducen incluso después de haberlos calentado a altas temperaturas, incluso pudiendo llegar a provocar mastitis. También trata el tema de los pesticidas indeseados y la hormona progesterona, presente en las vacas gestantes.
Se ha demostrado que el esteroide sexual progesterona es un progestágeno que puede provocar acné. Esta afirmación la encontraremos más adelante en la publicación. Si la persona afectada deja de tomar leche, verá cómo desaparecen los síntomas tras un breve período de tiempo.
Hoy en día se provoca la gestación prematura de las vacas para asegurar que siga fluyendo la leche. Por este motivo, se encuentra más progesterona en los productos lácteos.
Los bebés también pueden presentar acné milliar, también conocido como acné neonatorum o más popularmente como engordaderas o granitos de la leche. En función de la conducta alimentaria de la madre, estos pueden aparecer incluso en el útero. Hoy en día en acné milliar aparece en el 20 % de los recién nacidos.
En el caso de la esclerosis múltiple (EM), por ejemplo, menciona un gran número de estudios científicos de relevancia que relacionan esta enfermedad con diferentes causas. Todas las investigaciones tienen un punto en común: su relación con el consumo de leche. Si se analizan los estudios de forma individual, no nos percataremos de este detalle, ya que también intervienen otros factores. Teniendo en cuenta el poder que tienen los grupos de presión de la industria láctea, no es suficiente como advertencia oficial. La esclerosis lateral amiotrófica también está relacionada con el consumo de leche.
Está demostrado que consumir leche de vaca provoca leucemia en los simios. La mayoría de las enfermedades que afectan a los chimpancés también se producen en los seres humanos.
El libro también explica la relación existente entre la leche y la artitis juvenil idiopática (AIJ). Wikipedia todavía menciona que la causa de este tipo de enfermedad reumatoide sigue siendo desconocida, a pesar del gran éxito del pediatra Dan J. Baggett y otros especialistas en medicina infantil, que consiguieron curar esta enfermedad tan solo mediante la abstención de consumir productos lácteos.
Algunos casos de adolescentes también muestran una gran correlación entre el comportamiento antisocial y la delincuencia. Resulta sorprendente que estos adolescentes beben hasta diez veces más cantidad de leche que otros jóvenes. Los científicos sospechan que puede ser provocado por una especie de envenenamiento debido a un exceso de proteínas o a una escasez de los nutrientes que aportan los frutos secos al cerebro. De forma breve, el doctor Oski también muestra cómo la leche también puede deteriorar los dientes de los más pequeños cuando se les da un vaso antes de ir a dormir.
La FTC llegó hasta el punto de tener que tomar medidas en contra de sus propios clientes. El eslogan publicitario al final quedó de la siguiente manera La leche tiene algo para cada persona
. De este modo, la frase también puede referirse a sustancias perjudiciales.
El libro también incluye temas como el modo en el que los medios de comunicación viven de esta industria y, al mismo tiempo, son observados (Argus).
En el capítulo "La leche y el síndrome de fatiga crónica", el autor menciona las distintas enfermedades que otros médicos describen, como consecuencia del consumo de leche, entre las que se encuentran los trastornos de ansiedad y la depresión. El psiquiatra H. L. Newbold a menudo lo considera el resultado de una alergia a la leche de vaca.
El doctor William G. Crook en sus estudios analizó y descubrió que de cada 45 niños con hiperactividad o problemas de aprendizaje, 41 sufrían una alergia alimentaria que era la causa de su enfermedad.
La industria láctea está empezando a reconocer que la leche de vaca no es el producto ideal que nos han intentado vender. Las leches vegetales de imitación a la leche que se pueden encontrar hoy en día son mucho más saludables.
Es importante que las madres renuncien a aquellos productos que contienen leche de vaca, ya que más tarde pueden aparecer problemas graves.
Explica los distintos tipos de leche y las ventajas e inconvenientes de su consumo, que incluyen las leches mejoradas y las imitaciones de la leche. Aporta un gran número de ejemplos de métodos de producción, así como detalles sobre la composición de la leche. También informa sobre el espíritu de la época y aporta cifras sobre los hábitos de consumo de líquidos.
A continuación presentamos el enlace de la reseña del libro «Milch besser nicht» (¡Leche mejor no!) de Maria Rollinger donde también encontrarán la dirección para pedirlo directamente a la editorial. Lo considero el libro que mejor trata el tema de la leche y los peligros que esta puede suponer para nuestra salud. También enumera más de 50 artículos científicos en los que se basó para escribir su libro. |
En los EE. UU. sobre todo, hay un gran número de médicos y profesores de medicina que han escrito libros sobre este tema y cada uno de ellos destaca un aspecto ligeramente diferente.
También he reseñado algunos libros escritos por médicos, con una base científica o un gran conocimiento práctico. En la conclusión o el resumen encontrarán los argumentos más importantes de cada uno de los autores.
Esto no ocurre en mi Reseña del libro MILK The Deadly Poison (LECHE, el veneno mortal), de Robert Cohen, ya que él destapó el escándalo sobre la aprobación de las hormonas artificiales en los Estados Unidos, por lo tanto, encontrarán mis opiniones sobre el libro en la conclusión.
Incluso un quiropráctico ha acumulado una serie de experiencias extraordinarias la piel de sus pacientes consumidores de leche: Reseña del libro «NO MILK!» (¡Leche no!) de Daniel A. Twogood.
Pueden encontrar parte del contenido del libro en el siguiente enlace en inglés: Google Books. En la página procorn.org también pueden encontrar declaraciones de científicos cercanos a la industria láctea y compararlas con las afirmaciones de científicos independientes, quienes llegan a conclusiones muy diferentes sobre las enfermedades y dolencias que provocan los productos lácteos. La decisión solo está en sus manos...
Si comparamos los planteamientos de los distintos libros que muestran una crítica a la leche, encontraremos diferencias muy marcadas que pueden estar determinadas por motivaciones morales, es decir, en relación con el bienestar animal, el respeto al medio ambiente o la destrucción de los bosques para plantar maíz, cereales o soja que sirve de alimento para el ganado. Otros libros se centran en injusticias como «Milking the public» («Ordeñar al pueblo»), que destapa el entramado existente entre la política y la salud pública. A eso hay que añadirle copias baratas de las ideas originales, que tan solo replican aquello que ya se ha dicho con anterioridad.
© CC-by-sa 2.0, Alissa Hamilton | © CC-by-sa 2.0, Robert Cohen | © CC-by-sa 2.0, Michael McMenamin, Walter McNamara | © CC-by-sa 2.0, Judith Mudrak-Wasem | © CC-by-sa 2.0, Dr. med. Renata Collier |
A continuación explicaremos el contenido de cada uno de los capítulos en español.
El doctor Frank A. Oski comienza el libro con un relato personal, en el que narra cómo un buen día, su hija volvió del colegio llorando. El motivo de su llanto era que había contestado con un «no» a las siguientes preguntas, sin embargo, el profesor consideró que la respuesta a la tercera pregunta era un «sí»:
Incluso en las preguntas se puede reconocer la mano manipuladora de la industria y con qué sutileza subliminal ejerce influencia sobre las personas.
Oponerse a la leche se considera antiamericano y el maestro estaba convencido de que este padre que además era médico, era un auténtico lunático, palabra que en inglés (lunatic) es sinónimo de enfermo mental, insensato, peligroso e impredecible. ¡Simplemente por retirar la leche de la alimentación de los niños! El doctor Oski, en un principio, entendió la reacción, ya que las personas no instruidas en este ámbito solo pueden adoptar esta postura debido al marketing intensivo y convincente al que nos vemos expuestos, que a menudo está acompañado por mucha presión política.
La creencia de que la leche es un alimento muy completo y nutritivo procede de lo que nos han inculcado nuestras madres, ya que la publicidad agresiva sobre la leche y los productos lácteos lleva existiendo durante generaciones.
La enciclopedia alemana Meyers en su cuarta edición, 1885-1892 describe incluso la producción natural de la leche (enlace en alemán):
También indica que Las vacas de raza Allgäuer dan mucha leche hasta la edad de 16 años
. Hoy en día, estas vacas se podrían considerar afortunadas si llegasen a un tercio de esa edad.
La publicidad nos sugiere ideas como: "¿Ya se ha tomado su leche?", "La leche es natural", "La leche es el alimento perfecto", "Todo el mundo necesita tomar leche", o incluso "Las personas que toman leche son los mejores amantes". Véase también lo que explicamos a continuación.
Una séptima parte del gasto en alimentos está relacionado con los productos lácteos, lo que representa el porcentaje más alto en la categoría de alimentos. Cada persona consume en Estados Unidos un promedio de 187 kg de productos lácteos al año. Para ello, 18 millones de vacas aseguran este "gran negocio".
Por último, cada vez hay más médicos y personas que han tenido experiencias negativas relacionadas con su salud, que cuestionan la salubridad de la leche de vaca.
Pero todavía es más sorprendente que incluso la Comisión Federal De Comercio (FTC) mostrase una postura crítica al respecto. Hasta el presidente Richard Nixon comenzó a darse cuenta de que la leche no era saludable necesariamente. John Connally, quien en 1975 se vio involucrado en un escándalo de sobornos en relación con los precios de la leche en Texas, también compartía esta misma postura.
El consumo de leche comenzó con la deficiencia de hierro en lactantes y niños. Se detectaron casos de espasmos y diarreas en relación con la leche, así como distintos tipos de alergias. Los primeros indicios confirmaron que también la arteriosclerosis y los infartos están relacionados con el consumo de leche.
Los pediatras tenían tanta incertidumbre con respecto a la leche de vaca que el Comité para la alimentación de la Academia Americana de Pediatría (AAP) publicó un artículo que se titulaba: "Should Milk Drinking by Children Be Discouraged?" ("¿Debería desaconsejarse que los niños tomen leche?"). La respuesta debía ser a la fuerza un "sí" o un "no".
La leche se compone básicamente de azúcar, grasa y proteína, agua en abundancia, que a su vez contiene minerales, vitaminas y hormonas. Hoy en día, los tres componentes principales de la leche están siendo cuestionados; además, en el mundo científico se han reconocido los problemas que provocan.
Los mamíferos toman la leche de su madre hasta que su peso triplica lo que pesaron al nacer. Un niño humano lo alcanza después de un año aproximadamente.
Los seres humanos todavía no son conscientes de que otros mamíferos como las cabras, los elefantes, las vacas, los camellos, los yak, los lobos o las morsas producen una leche con una composición totalmente diferente.
La lactosa o azúcar de la leche es un disacárido, es decir, un azúcar doble que está formado por D-galactosa y D-glucosa. La lactosa solo está presente en la leche. Todos los mamíferos excepto las focas, los leones marinos y las morsas producen leche con lactosa como componente de azúcar. La proporción de lactosa en la leche materna es de 7 g/100 g, y en la leche de vaca es de 4,8 g/100 g.
Las personas no podemos absorber la lactosa. Por ello, el cuerpo de un niño produce la enzima lactasa, que es la encargada de descomponer la lactosa. Cuando esta enzima falta o está presente en muy pequeñas cantidades, la lactosa pasa al colon, donde las bacterias la descomponen. Esto a su vez genera muchos gases.
En todo el mundo, la mayoría de los individuos son intolerantes a la lactosa y sufren debido al consumo de leche y determinados productos lácteos.
Wikipedia: Cuando la actividad de la lactasa es inadecuada, la lactosa sin descomponer llega al colon, donde se absorbe y fermenta debido a la acción de las bacterias intestinales. Los agentes que provocan la fermentación son el lactato —también llamado ácido láctico— y los gases metano (CH4) e hidrógeno (H2). Esos gases se convierten, entre otras cosas, en flatulencias...
Además, el ácido láctico tiene una capacidad osmótica y provoca un flujo de agua en el intestino cuyo resultado es la diarrea.
No obstante, la ausencia de la enzima lactasa no siempre está acompañada de estos síntomas. En este caso, se trata de un trastorno denominado hipolactasia, o matizando un poco más, «dificultades para digerir la lactosa. Los productos de la descomposición de las bacterias provocan otros síntomas
.
La intolerancia a la lactosa provoca distensión abdominal con calambres intermitentes acompañados de diarrea.
Fue en el año 1965, cuando los estudios de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins demostraron que el 15 % de la población blanca y el 70 % de la población de origen africano no eran capaces de digerir la lactosa correctamente. A partir de ahí se han realizado otras investigaciones que han descubierto que existe un gran número de personas con intolerancia a la lactosa a nivel mundial.
El doctor Frank A. Oski muestra una tabla de 17 grupos de personas con datos sobre el porcentaje de personas intolerantes a la lactosa en cada uno de ellos. La intolerancia a la lactosa en Dinamarca es insignificante con un 2 %, seguido por Suiza con un 7 % y de la población blanca de Estados Unidos. En el extremo opuesto se encuentran los bantúes (pueblos del centro y sur del continente africano), los thailandeses y filipinos con un 90 % de intolerancia a la lactosa. Los japoneses y taiwaneses llegan al 85 % de intolerancia a la lactosa y los chinos no figuran en la tabla.
El doctor Norman Kretchmer, exdirector del Instituto de salud infantil y desarrollo humano del Instituto nacional de salud, estudió la intolerancia a la lactosa en Nigeria. Analizó dos grupos étnicos que tomaban mucha leche, en concreto a los hausa y a los fulani, pobladores del norte del país, y descubrió que tan solo el 20 % de las personas estudiadas mostraban intolerancia a la lactosa. Sin embargo, en otros grupos étnicos como los yoruba y los ibo, el 99 % de sus miembros eran intolerantes a la lactosa.
El doctor Oski describe la frustración que provocó el hecho de que Estados Unidos comenzase a donar leche en polvo a los países en vías de desarrollo como ayuda humanitaria. La industria lechera en los Estados Unidos tenía un problema grave cuya solución consistía en deshacerse de la excesiva cantidad de leche en polvo que tenían, de modo que sugirieron la posibilidad de vender esa leche al estado. En América del Sur a leche en polvo les provocó tantos problemas intestinales y digestivos, que la utilizaron para encalar las fachadas de sus viviendas...
Sin duda, las bacterias que contienen el yogur y el queso se encargan de eliminar la mayor parte de la lactosa, de modo que dichos productos en este sentido no suelen ser tan problemáticos.
El 10 % de los niños blancos en los Estados Unidos sufren abdominalgia crónica o recurrente, es decir, dolor abdominal recurrente infantil, que suele desaparecer de inmediato si los niños dejan de tomar leche y productos lácteos.
El doctor Oski expone el caso de un niño de seis meses que sufría diarreas, tenía un aspecto pálido y fue diagnosticado de una anemia ferropénica obvia. Tuvieron que pasar dos años para que un centro médico descubriese que el niño padecía una intolerancia absoluta a la proteína de la leche de vaca.
Desde el momento en que el niño dejó de comer galletas, natillas y productos elaborados (platos precocinados) como los preparados de carne guisada de ternera, desaparecieron los problemas.
Esto demuestra que estos productos también contienen leche o leche en polvo. Como hemos indicado anteriormente, la intolerancia a la lactosa que padecen determinadas personas depende en gran medida de la cantidad de la ingesta, sin embargo, cuando se trata de alergia a la leche, una porción mínima de lactosa desencadenará la reacción.
Aunque Wikipedia no indique ninguna diferencia en su artículo, la intolerancia a la lactosa no tiene nada que ver con la alergia a la leche de vaca. Las personas que sufren intolerancia a la lactosa carecen de lactasa (LPH, LCT), una enzima imprescindible para la digestión.
Por otro lado, el artículo Got milk? de Wikipedia en alemán explica la campaña publicitaria llevada a cabo en Estados Unidos e incluye la imagen anterior, de dominio público.
El doctor Joyce D. Grybowski, que por aquel entonces era director de la Clínica de pediatría especializada en enfermedades gastrointestinales de la La Escuela de Medicina de la Universidad de Yale (enlace en inglés) explica que cada semana veían, al menos, un caso de intolerancia absoluta a la proteína de la leche de vaca. Los casos de alergias a la leche tienen unos efectos muy diferentes. Véase también el libro de Joyce D. Grybowski: "Gastrointestinal Problems in the Infant (Major problems in clinical pediatrics)" ["Problemas gastrointestinales en el niño (Problemas más importantes de la pediatría clínica)"].
La alergia, debido al sangrado en el intestino, puede provocar una carencia de proteína en el suero de la sangre, algo que inhibe el crecimiento y puede ocasionar inflamaciones del abdomen y las extremidades. Los niños que no muestran este tipo de síntomas externos o diarrea también pueden sufrir deficiencia de hierro, ya que pueden perder entre uno y cinco mililitros de sangre a través del intestino (p. 23).
Si se renuncia por completo al consumo de la proteína de la leche, el problema puede desaparecer en tan solo dos días. Después de una abstinencia total, la mayoría de estos niños adquieren entre los dos y los cinco años una tolerancia mínima a las proteínas de la leche.
El autor vuelve a retomar el tema que trata la incertidumbre en relación con la alergia a la leche: las cifras que barajan los investigadores oscilan entre el 0,3 % y el 25 % de los niños. Recordemos que no están incluidos los niños con intolerancia a la lactosa.
En los Estados Unidos entre el 15 % y el 20 % de los niños menores de dos años de edad tienen deficiencia de hierro, la mitad de los cuales es debido a la intolerancia a la proteína de la leche. La pérdida de sangre a través del intestino está tan distribuida y es tan pequeña, que es imposible detectarla en las heces a simple vista, sino que para ello es necesario realizar un análisis de sangre oculta en heces.
La leche tiene poco hierro de todos modos, pero este no es el problema principal; incluso aunque la necesidad disminuya cuando el consumo es elevado y se consuman otros alimentos que contienen más hierro, el problema es añadido.
Desde que los biberones se fabrican en plástico, los bebés pueden utilizarlo sin que estos se rompan. Esto puede provocar que los bebés se conviertan en "adictos" al biberón y no puedan dar un paseo sin tenerlo cerca de la mano o la boca.
Este tipo de comportamiento en inglés se conoce como "blue bottle syndrome" (síndrome de la botella azul). Estos niños por lo general suelen tener deficiencia de hierro, no solo porque la leche de vaca tiene un contenido muy reducido de este elemento, sino porque su cuerpo solo puede absorber una proporción muy pequeña de dicho hierro.
El niño deja de tener hambre, pero se muestra irritable, apático, distraído y llora a menudo. El círculo vicioso comienza cuando se le acerca el biberón para que se tranquilice.
El término "blue bottle syndrome" (síndrome de la botella azul) se acuñó porque, a pesar de que estén disponibles en varios colores, existen muchos biberones azules. Otro término que también hace referencia a este comportamiento es la caries del biberón (enlace en inglés). En este artículo de la Wikipedia se muestra lo que les ocurre a sus pequeños dientes.
El doctor J. W. Gerrard y su equipo en Saskatoon, Canadá, realizaron el seguimiento de 787 bebés. El equipo observó personalmente a cada uno de los bebés desde su nacimiento. Las madres no recibieron consejos en referencia a la leche o los sustitutos lácteos para no condicionarlas.
El equipo tomó nota de la fecha en la que los bebés recibían alimento en sustitución de la leche, así como la composición del mismo.
Los criterios que les servían para determinar una alergia a la leche eran la aparición de (1) congestión nasal, ataques de asma, infecciones respiratorias, bronquitis (infecciones del pecho) o (2) eflorescencia (cambio en la epidermis, que puede afectar a su color, apariencia o textura) o (3) vómitos o diarrea, si no había otra explicación para los síntomas.
En esos casos, sustituían los productos lácteos por productos derivados de la soja. Cuando desaparecían los síntomas, volvían a introducir alimentos para bebés con productos lácteos entre sus ingredientes. Cuando volvían a aparecer los síntomas de nuevo, se consideraba que el bebé era alérgico a las proteínas de la leche de vaca (p. 25).
Con este método diagnosticaron a 59 bebés con alergia a la leche de vaca, lo que representaba el 7,5 % del total. La investigación posterior mostró además, que el 25 % de estos bebés manifestaba los síntomas después de tres días desde la toma del alimento. Otro 25 % de los bebés desarrolló los síntomas durante la primera semana y la mitad de los bebés afectados reaccionó más tarde.
El equipo detectó que cuanto antes se suministraba la leche de vaca, más alergias se producían. La cifra ascendía hasta el 25 % de los niños cuando el alimento de sustitución a base de leche se suministraba desde el principio. Las alergias a la leche a menudo se producían también cuando uno de los padres padecía rinitis alérgica o asma (p. 26).
Un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado y la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami demostraron:
Esto afectó a los niños que no respondían bien a los tratamientos con cortisona. Sin esta información, estos niños podrían fallecer de forma prematura.
El doctor Dan J. Baggett, un pediatra de Alabama, aclaró que en 1960 había descubierto la relación existente entre el consumo temprano de leche de vaca y los problemas de la piel en lactantes, y que algunos de los niños desarrollaban más tarde asma, si no se les cambiaba la alimentación. Les introdujo una dieta sin productos lácteos, sin trigo, sin huevos y sin limón. También se dio cuenta de que la soja causaba reacciones alérgicas a algunos niños.
Incluso la artritis reumatoide prematura podía curarse si se renunciaba por completo a los productos lácteos (p. 28). La dieta consiste en alimentarse a base de panes especiales, tostadas, bizcochos y galletas que no contengan ingredientes como la caseína, el caseinato (caseína desnaturalizada), el suero o la leche en polvo. Para cocinar se recomienda el aceite de maíz o el aceite de cártamo. Quizá hayan considerado incluir ingredientes sin gluten en esta dieta.
Por el contrario, los niños con faringitis (inflamación de garganta), en concreto con faringitis estreptocócica o pioderma gangrenoso (dermatitis ulcerosa) tomaron proteína de leche cinco días antes de la aparición de los primeros síntomas (p. 29).
A todo esto hay que añadir que el doctor ingresó en el hospital a una docena de pacientes al año en lugar de tener que ingresar a cien, y el número de días de la estancia se redujo de los cinco a los tres días.
Su lema en inglés era: "Breast fed is best fed and cow's milk is the ideal food for the newly born and rapidly growing calf". El doctor Baggett aconseja a las mujeres embarazadas que tomen huevos (si los toleran), verduras de hoja verde y suplementos de calcio. Recomienda encarecidamente que se abstengan de ingerir cualquier tipo de proteína de la leche y que eviten también el chocolate, los refrescos como la Coca-Cola, los cacahuetes y la cebolla cruda siempre que sea posible.
Si realiza una buena selección de alimentos de origen vegetal no necesitará suplemento de calcio, sin embargo, sí que necesitará la vitamina B12. La traducción libre de su lema podría ser algo como: "La leche materna es lo mejor para los bebés y la leche de vaca es ideal para los terneros jóvenes que necesitan crecer deprisa". Los terneros son sacrificados antes de cumplir los 8 meses de edad...
Recomendamos el libro "Allergies to Milk" ("Las alergias a la leche") escrito por el doctor Sami Bahna (PDF en worldallergy.org) y el doctor Douglas C. Heine, publicado en 1980.
En él los autores escriben que hasta ese momento circulaban las opiniones de varios investigadores, pero que a partir de 1980 quedó claro hasta qué punto la leche podía ser perjudicial.
Los padres están tan influenciados por la industria láctea que les resulta descabellado renunciar a «la buena leche», que es probable que un médico no se atreva a ofrecerles una alternativa. Para la mayoría de las madres la leche es lo mejor que pueden darle a un niño de corta edad.
En 1964 el doctor Baggett y el doctor William Deamer de San Francisco, descubrieron que incluso los dolores del crecimiento (dolores musculoesqueléticos) se pueden evitar si se renuncia a la leche.
Sin embargo, ni los médicos ni en Wikipedia hemos encontrado ninguna relación entre las hormonas de crecimiento y los dolores del crecimiento. En realidad es lógico, teniendo en cuenta que un ternero en crecimiento necesita más las hormonas de crecimiento de la leche de vaca, que un bebé humano.
Estas hormonas de crecimiento solamente están pensadas para el momento de la lactancia y pueden ser responsables de la aparición de cáncer con la edad. Existen estudios científicos que lo corroboran. Yo los llamo los aceleradores que utilizan los pacientes, mientras que sus oncólogos pisan el freno, por ejemplo, con medicamentos citostáticos que inhiben la división celular. Es alarmante que este conocimiento no pueda ponerse en práctica.
Sin ternero no hay leche. No se discute en el libro.
Muy pocos lectores son conscientes de que las vacas solo producen leche si están criando a un ternero y que tras pocas semanas estos son enviados al matadero.
La Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) recomienda encarecidamente y con motivo, limitar el consumo de leche y productos lácteos en cualquier edad. Cada año fallecen un millón de estadounidenses a causa de enfermedades cardiovasculares o del corazón, lo que representa la mitad de las causas de muerte en EE. UU. Entre un 15 % y un 20 % mueren antes de llegar a la edad de jubilación.
Debería llamar la atención de la opinión pública el hecho de que se puedan evitar o reducir esas cifras de muertos en gran medida simplemente renunciando al consumo de leche y productos lácteos. Sin embargo, Wikipedia cita lo siguiente: En la medicina humana, la mayoría de las enfermedades congénitas del corazón, los vasos sanguíneos y el aparato circulatorio son consideradas enfermedades cardiovasculares, a diferencia de aquellas que se desarrollan por lesiones. Ha leído bien: 'congénitas'
.
Para finalizar, el artículo menciona: En ocasiones, el término enfermedad cardiovascular solo se emplea para referirse a la arteriosclerosis y los factores de riesgo, la diabetes mellitus, el tabaquismo, el sedentarismo, o la predisposición genética a padecer enfermedades cardiovasculares, según lo observado por la OMS desde la década de 1980 en el Estudio MONICA
. ¿Se le puede llamar a esto medicina basada en la evidencia?
Como mucho podría denominarse medicina basada en la evidencia de la industria
. ¡Los hábitos alimenticios quedan excluidos!
En el año 1900, la esperanza de vida de un recién nacido era de unos 50 años; en 1977, sin embargo era de 72 años. El descenso de la mortalidad infantil se consiguió gracias a la higiene, la nutrición infantil y la lucha contra los virus y bacterias, algo que contribuyó a aumentar la longevidad de la población.
El doctor Oski explica paso a paso los procesos que conducen al desarrollo de la arteriosclerosis y sus efectos. Los órganos que acaban más afectados son el cerebro, los riñones, las piernas y el corazón. Las consecuencias más conocidas son los infartos de miocardio (ataques al corazón) y los accidentes cerebrovasculares (ictus, infarto o derrame cerebral), ambos derivados de la arteriosclerosis.
Hasta la década de 1950 los médicos pensaban que la arteriosclerosis era un síntoma normal del envejecimiento. Las autopsias de los soldados caídos en la Guerra de Corea, cuya edad media era de 20 años, revelaron que alrededor del 80 % de ellos mostraba principios de arteriosclerosis.
Los estudios de seguimiento demostraron que el proceso puede comenzar a los dos o tres años (p. 35).
Las placas, en su mayoría de colesterol, se van formando lentamente, un proceso que puede durar de 20 a 40 años. A la edad de 50 años, la mayoría de los estadounidenses muestra indicios de padecer arteriosclerosis grave.
Entre los factores de riesgo se encontraban los niveles altos de colesterol (incluido el colesterol en sangre) (1), un desequilibrio entre el colesterol HDL (lipoproteína de alta densidad) o colesterol bueno, cuyo nivel debería ser elevado y el colesterol malo o LDL (lipoproteína de baja densidad) en el plasma sanguíneo (2), la hipertensión arterial (3), la diabetes mellitus (4), el tabaquismo (5), el sedentarismo (6), ciertos rasgos de la personalidad (7) y antecedentes familiares de ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares (8).
Se puede resumir en pocas palabras y se recordará mejor: la lipoproteína de alta densidad o HDL contribuye a la eliminación del colesterol de las células y los niveles deben ser elevados, ya que tiene propiedades antiaterogénicas y no aterogénicas (potencial para obstruir las arterias). Véase el artículo en inglés sobre la proteína de transferencia de ésteres de colesterol.
El colesterol LDL, sin embargo, es un factor que contribuye a la aparición de la aterosclerosis.
Otro exctracto de Wikipedia: "El término arteriosclerosis (endurecimiento de las arterias) se refiere al proceso de envejecimiento fisiológico de una arteria, mientras que el término aterosclerosis se refiere a la formación de un ateroma patológico, que en determinadas circunstancias puede causar una estenosis". Las células espumosas son síntomas prematuros de la enfermedad.
Dichos factores se desprenden del estudio Framingham llevado a cabo por el Instituto Nacional de Salud en Framingham. En el año 1949 estudió a 5 000 hombres y mujeres sanos con edades comprendidas entre los 30 y los 59 años de edad. Eligieron esa región puesto que representaba la forma de vida media en Estados Unidos.
Cada dos años se estudiaba a fondo a las personas objeto de la investigación (enlace en inglés). Después de que muriesen miles de personas pudieron reconocer estos factores de riesgo. Solamente destacaban los niveles de colesterol en sangre por encima de los demás riesgos, sobre todo si existía una predisposición genética en la familia.
El colesterol en sangre se fabrica por un lado en el hígado y los órganos digestivos y por otro lo consumimos en la dieta que elegimos. Se reconoció que los alimentos de origen animal como los huevos, los productos lácteos y la carne aumentaban los valores.
Las grasas saturadas, es decir, aquellas que no se muestran líquidas a temperatura ambiente, son las que más colesterol tienen. Este tipo de grasas se encuentran en la mantequilla, el queso, la nata, la carne, el chocolate y los ingredientes de productos terminados como la pizza, etc. (p. 36).
Por otra parte, los ácidos grasos insaturados que se encuentran en el aceite de maíz, el aceite de algodón (enlace en inglés), el aceite de cártamo y en otros aceites vegetales puede disminuir los niveles de colesterol.
En realidad, en 1920 ya se conocía esta correlación. El científico ruso y doctor Nikolai Anitschov lo descubrió en los experimentos que realizó en conejos. Su nombre verdadero es Anitschkow, para ser precisos: Nikolay Nikolaevich Anichkov (1885-1964) y fue un prominente patólogo. Véase células de Anitschkow (enlace en inglés).
Más tarde se realizaron más pruebas en animales que confirmaron sus resultados y el estudio Framingham al final mostró evidencias claras para el hombre. Se demostró que las personas con 240 mg de colesterol en la sangre tenían un riesgo tres veces mayor de sufrir ataques al corazón que aquellas con 200 mg o menos.
Un estudio que se realizó en Finlandia entre 1959 y 1965 demostró que si se sustituía la leche entera por leche desnatada mezclada con aceite de soja y la mantequilla por margarina blanda, se reducían los niveles de colesterol en un 20 %. Gracias a estos descubrimientos la tasa de mortalidad en los hombres debido a enfermedades cardiovasculares se redujo a más de la mitad (p. 38).
El doctor Frank A. Oski ofrece más ejemplos de cómo un cambio en la alimentación reduciría hasta en un 29 % la tasa de mortalidad por infarto de miocardio.
Existen trastornos congénitos en el transporte de lípidos, que provocan una gran vulnerabilidad a sufrir enfermedades coronarias.
Como ejemplo cita la hiperlipidosis primaria (HLP, hiperlipemia), es decir, una enfermedad hereditaria que se desarrolla al menos en la mitad de la población.
El estudio de un agente patógeno en más de 1'500 niños que murieron por accidentes, demostró la relación directa entre los niños que fueron alimentados con leche materna y los que fueron alimentados con preparados a base de leche de vaca.
Está claro que en la naturaleza ningún otro mamífero se alimenta de la leche de otra especie ni toma leche después de haber triplicado su peso desde el día en que llegó al mundo. Al mismo tiempo, se ha demostrado que ninguna otra especie de mamíferos sufre arteriosclerosis.
En febrero de 1977, el Comité de selección del senado estadounidense sobre nutrición y necesidades humanas publicó la recomendación "Dietary Goals for the United States" ("Objetivos nutricionales para los Estados Unidos"), donde aconsejaba consumir menos grasa y menos productos lácteos. Numerosas organizaciones entre las que se encontraba, por supuesto, el Consejo nacional de productos lácteos, mostraron su oposición a esta conclusión.
En 1982 el Consejo nacional de investigación publicó con el título "Diet, Nutrition and Cancer" ("Dieta, Nutrición y Cáncer") un informe que tuvo algo de repercusión. El mensaje que transmitía era que los hábitos alimentarios tienen un impacto significativo en el desarrollo del cáncer.
Sin embargo, el informe no se centraba lo suficiente en recomendar que la ingesta diaria de grasa debe ser del 30 % en lugar del 40 %, que era el promedio que ingerían los estadounidenses (p. 40). Era evidente, sobre todo en relación con el cáncer colorrectal, el cáncer de mama y de próstata, al margen de las enfermedades cardiovasculares que mencionaba en un principio el autor.
El 8 de junio de 1982 se publicó en el periódico The New York Times un artíulo escrito por Jane Brody cuyo título era "Eating Less May Be The Key to Living Beyond 100 Years" ("Comer menos puede ser la clave para vivir más de 100 años"). Sin embargo, este hallazgo se basa en estudios con animales.
La propuesta consiste en consumir un tercio menos de las calorías que han de ingerirse para conseguir un peso normal y asegurarse de elegir alimentos saludables: Reduce your fat intake, and reduce your caloric intake – you may find yourself eating for a much longer time than you thought possible
.
La traducción de la cita sería: "Reduzca la ingesta de grasas y la cantidad de calorías —es posible que pase más tiempo comiendo del que imaginó posible". Sin embargo, la declaración se queda corta porque la grasa como tal no es la causa de una vida más corta, sino el tipo de grasa que ingerimos y demasiada cantidad de proteínas de origen animal.
Las alternativas a la leche y los productos lácteos son muy diferentes dependiendo de la edad. El autor escribe en tono humorístico: en el caso de los lactantes, la alternativa ha de ser el pecho izquierdo y derecho de su madre —siempre que ella esté sana—.
Desde mediados de la década de 1960 la industria ha elaborado sustitutos de leche de modo que, en general estos tienen una composición similar a la de la leche materna. Se deberían elegir fórmulas que no contengan ingredientes derivados de la leche de vaca.
En mi opinión, la mejor opción no deberían ser los derivados de la soja, sino que se debería buscar otro alimento. Además, no creo que este tipo de compuestos pueda sustituir de verdad la leche materna. La leche materna transforma demasiado en función de la edad del niño y la disposición genética de la madre.
Sin embargo, la madre también debe saber que la mayoría de las sustancias que consume aparecerán en la leche materna. Los productos lácteos deben ser un alimento tabú. El doctor Oski menciona que la leche materna es un factor importante, ya que contiene anticuerpos que protegen al bebé de posibles infecciones. La leche más importante es la de los primeros días y su nombre es calostro. Los anticuerpos (inmunoglobulinas o también gamma globulinas) en la leche materna tienen una correspondencia genética.
Se conoce la importancia de los anticuerpos al menos desde la década de 1930, gracias a un estudio que se realizó en Chicago con más de 20 000 niños. Es preciso puntualizar que en aquella época no se conocían los antibióticos todavía. No obstante, la leche no contiene antibióticos, sino anticuerpos (p. 44).
A continuación, el autor describe al detalle la comparación entre los siguientes tipos de bebés. Había tres grupos: el primero eran aquellos que habían tomado leche materna durante nueve meses o más. El segundo grupo lo formaban los niños que habían sido amamantados durante menos tiempo y habían sido alimentados posteriormente con leche de sustitución. El tercer grupo eran los bebés que solo recibieron leche de vaca hervida reducida con agua y endulzada con azúcar. Los tres grupos recibieron zumo de naranja después de un mes y aceite de hígado de bacalao a partir de las seis semanas. A partir de los cinco meses se incorporaron los cereales a su dieta y a partir de los seis meses también las verduras.
Un dato que llamaba la atención era la tasa de mortalidad por infecciones respiratorias, que en los niños alimentados con preparados de leche de vaca era 120 veces mayor a la tasa de defunciones de niños alimentados con leche materna. También analiza un estudio anterior que se llevó a cabo en ocho localidades distintas en los Estados Unidos, en el que se estudiaba a los bebés solamente durante seis meses. La diferencia entre el número de defunciones era de uno a veinte.
Hoy en día la comparación sería totalmente diferente porque contamos con la eficacia de los antibióticos. Por ejemplo, la diferencia en Chile solo es dos veces mayor en lugar de 56 veces, y a un nivel completamente diferente. Es increíble que los niños que tomaron leche materna combinada con leche de vaca mostraron una respuesta tan negativa como aquellos que solo tomaron leche de vaca.
En Chile las madres de las familias más acomodadas dejaban de dar leche materna antes, lo que hizo que sus hijos mostraran mayores tasas de mortalidad que los niños de familias más pobres. Un estudio realizado en Guatemala en muestras de heces mostró que los niños que fueron alimentados exclusivamente con leche materna no contenían gérmenes patógenos ni sufrían gastroenteritis (inflamación gastrointestinal), sin embargo, los bebés que habían seguido una dieta alternativa sufrían problemas gastrointestinales constantemente. Solamente se tuvieron en cuenta zonas con condiciones higiénicas y sistemas sanitarios precarios.
Cuando se comienza a incorporar alimentos de forma progresiva a la dieta de un bebé, se modifica su flora intestinal (flora fecal, flora intestinal, o microorganismos intestinales) y aparecien las bacterias coliformes llamadas escherichia coli. Si altera la resistencia del bebé, estas bacterias pueden propagarse y llegar al sistema nervioso, los pulmones, los riñones y la sangre.
Antes existían brotes de gastroenteritis en las salas de pediatría de los hospitales, que solo se podían combatir a través del consumo de leche materna. En Belgrado se verificó que cuando se hierve la leche materna, esta pierde sus propiedades inmunológicas (p. 46).
Sobre todo en los mercados emergentes y los países en vías de desarrollo, los fabricantes de alimentos intentan engañar a las madres afirmando que la leche industrial es mejor que la leche materna: todo lo contrario de la realidad.
Leah Marguiles, cuyo nombre real es Leah Margulies, escribió en la edición del 10 de noviembre de 1975 de la publicación Christianity and Crisis (Cristianismo y crisis) el artículo "Baby formula Abroad Exporting Infant Malnutrition" ("Fórmula de bebé en el extranjero: exportación de la desnutrición infantil"). En este escrito aclara, cómo la industria alimentaria lucha por conseguir una cuota de mercado en aquellos países que todavía no están saturados. Por ejemplo, infiltran mujeres en hospitales y clínicas de posparto cuyo cometido es aconsejar y convencer a la población de que consuman leche. De este modo, alrededor del 90 % de las madres en Jamaica comenzaron —de buena fe— a alimentar a sus bebés de menos de seis meses con un preparado alimenticio.
Esto significa que en 1973 en Chile, la tasa de defunción de los bebés que fueron alimentados con leche de biberón antes de los tres años de vida superó en tres veces a la de los que se alimentaron de leche materna. Parte del problema era la dificultad para reducir este alimento a polvo, esterilizarlo y administrarlo en la proporción adecuada.
En 1973 una organización no gubernamental publicó el libro "Nestlé mata bebés", que pronto fue demandada por Nestlé.
En Inglaterra Mike Muller escribió el libro "The Baby Killer" ("El Asesino de bebés"), en el que informó sobre estas malas prácticas. La unión de consumidores de EE. UU. describe en la publicación "Hungry for Profits" ("Hambrientos de beneficios") con qué alegría la industria alimentaria salió airosa del problema.
Leah Margulies: "The International Code of Marketing of Breastmilk Substitutes: A model for assuring children’s nutrition rights under the law" ("El código internacional del márketing de los sustitutos de la leche materna: un modelo para asegurar de forma legal los derechos nutricionales de los niños"). Esta publicación apareció en un principio en The International Journal of Children’s Rights (Revista internacional de los derechos de los niños), Vol 5, Nº 4, 1997, editorial Kluwer Law International Publishers, La Haya, Países Bajos, páginas 419-438.
Véase también este PDF sobre el boicot a Nestlé 1977-1984.
La Wikipedia también menciona el boicot. La versión en inglés (Nestlé boycott) explica el caso con más detalle, aunque se olvida de mencionar la historia anterior ocurrida en Suiza con Moritz Leuenberger, miembro del consejo federal de Suiza, como defensor de la ONG Arbeitsgruppe Dritte Welt Bern (Grupo de trabajo del tercer mundo de Berna). Véase también el artículo escrito en el diario Der Spiegel (enlace en alemán) sobre este tema (27/1976).
En el caso de Kenia, se calcula que el coste de los sucedáneos de la leche puede llegar a los once millones y medio de dólares al año, lo que en este país acostumbrado a la leche de biberón puede ascender a dos tercios de los gastos sanitarios, o el 20 % de todos los fondos destinados a la ayuda al desarrollo.
En 1981 la OMS (Organizacion Mundial de la Salud) prohibió la publicidad de productos sustitutivos de la leche materna y aconsejó a las madres que dieran el pecho a sus hijos. En 1971 las madres que alimentaban a sus bebés con leche materna solo representaba el 25 %, cifra que llegó al 58 % a mediados de los años 1990.
En 1971 el 68 % de los niños estadounidenses recibía leche de vaca como alimento a la edad de seis meses, mientras que hasta 1981 se redujo al 17 %.
El éxito fue conjunto e incluyó a las organizaciones: American Academy of Pediatrics (Academia americana de pediatría) (1), American Pediatric Society (Sociedad americana de pediatría) (2), Pediatric Research Society (Sociedad de investigación en pediatría) (3) y Pediatric Ambulatory Association (Asociación ambulatoria de pediatría) (4). Llegaron tan lejos que incluso el Consejo nacional de productos lácteos admitió abiertamente que la leche de vaca no era aconsejable para niños menores de seis meses. Encontrarán más cifras al respecto en el capítulo 11.
El doctor Oski cierra el capítulo con la siguiente afirmación:
Un bebé no debe recibir leche de vaca sin modificar. Después del primer año de vida, el niño ya no necesita ningún tipo de leche. Los niños, al igual que los adultos, pueden prosperar sin que la leche de vaca toque sus labios (p. 52).
La industria láctea ha conseguido implantar en nuestro cerebro que nuestro cuerpo tiene unas necesidades elevadas de calcio para conseguir que nuestros huesos y dientes estén sanos y que cubrimos estas necesidades consumiendo leche y productos lácteos. De hecho, la leche contiene mucho calcio, casi tanto como algunas verduras. Sin embargo, el cuerpo solamente puede asimilar parte del calcio de la leche —justo lo contrario de lo que ocurre con el de las verduras—.
Contra la osteoporosis: una taza de col cocida (del género Brassica), nabo o 120 g de harina contienen más de 250 mg de calcio. Las judías, el brécol, las almendras o el pescado también son muy buenos ejemplos de alimentos ricos en calcio.
El doctor Daniel A. Twogood escribe en el libro "NO MILK" ("¡Leche no!") lo siguiente en la página 72: Drinking milk for calcium makes about as much sense as smoking for weight control
. O lo que es lo mismo: Tomar productos lácteos por el calcio tiene el mismo sentido que fumar para mantener el peso a raya
. Ver nuestra Revisión de libro.
La OMS recomienda la ingesta de entre 400 y 500 mg de calcio al día. En el Reino Unido y Canadá se llega a los 500 mg y el Consejo nacional de alimentación y nutrición de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos recomienda hasta 800 mg.
Tales declaraciones no dicen demasiado, ya que existen varios factores que juegan un papel importante como el hecho de saber cuánto calcio puede almacenar nuestro organismo o si está preparado para ello. En concreto es importante el contenido de los alimentos en fosfatos, fibra alimentaria y proteínas. Además necesitamos vitamina D3, también llamada colecalciferol y hormonas corporales (p. 54).
El motivo más importante es porque la leche de vaca también contiene demasiado fósforo, que si se junta con el calcio puede desencadenar una unión indigesta que debe eliminar los riñones.
Ingerir poco calcio es perjudicial para nuestro cuerpo, del mismo modo que lo es tomar demasiado. Otros pueblos que consumen menor cantidad de calcio que los caucásicos (europeos, personas de piel clara) y por el contrario se alimentan sobre todo de plantas, tienen huesos fuertes y apenas conocen la osteoporosis.
El doctor Alexander Walker del Instituto sudafricano para la investigación médica llega incluso a afirmar lo siguiente: No hay ninguna prueba fehaciente de que exista deficiencia de calcio en los seres humanos
(p. 55).
El hecho es que los estadounidenses ingieren una media de 807 mg de calcio solo a través del consumo de leche, sin embargo, existen muchos casos de osteoporosis, mientras que los españoles toman unos 308 mg, los brasileños 250 mg, los taiwaneses 13 mg y los ghaneses tan solo 8 mg.
En este capítulo el autor aborda la calidad de la leche como tal. Para ello menciona el artículo publicado en La unión de consumidores (enlace en inglés) en enero de 1974 con el título "Milk: Why Is the Quality So Low?" ("Leche: ¿por qué la calidad es tan baja?"). Este fue el resultado de un estudio intensivo en cinco estados de Estados Unidos.
Una temperatura demasiado elevada o una duración prolongada del calentamiento es lo que provoca ese sabor que puede incluso llegar a recordarnos el aroma del jabón.
La leche siempre tiene un porcentaje de microorganismos no deseados. La leche templada es el mejor caldo de cultivo para la proliferación de bacterias. Recalentar un biberón es de todo menos inteligente. El calentamiento, como por ejemplo la pasteurización, contribuye a reducir el número de microbacterias y especies de bacterias como la tuberculosis, sin embargo, también hace que se multipliquen con rapidez las bacterias restantes.
Después de la pasteurización, solamente han de quedar 20'000 bacterias por mililitro de leche y nunca más de 10 bacterias coliformes. En el frigorífico este número se duplica cuando transcurren entre 35 y 40 horas.
Tan solo 4 de las 25 muestras estaban libres de pesticidas. En todas las demás muestras se encontraron compuestos organoclorados. Es sabido que los compuestos orgánicos clorados pueden acumularse en el cuerpo y provocar cáncer y malformaciones genéticas. La Administración de Alimentos y Medicamentos norteamericana (FDA) sugiere que tomar una pequeña cantidad de sustancias que causan cáncer no supone un problema...
La aflatoxina y los antibióticos no fueron sensibles a las muestras. A menudo se deben inyectar antibióticos a los animales para tratar la mastitis; en ese caso, el ganadero no puede utilizar la leche que ordeñe a la vaca las 48 horas siguientes, algo que, al menos en los Estados Unidos, sí se respeta. En las personas alérgicas a la penicilina podría aparecer urticaria, asma o erupciones cuyo origen puede ser difícil de explicar (p. 61).
El doctor Oski, sin embargo, no menciona que aproximadamente una de cada 7 000 personas muestra anafilaxia y puede sufrir choque circulatorio con síndrome de disfunción multiorgánica y parada cardiorrespiratoria.
La hormona progesterona provoca otro problema que proviene de las vacas gestantes. El doctor en medicina Jerome Kearney Fisher señala que hoy en día el 80 % de la leche que se consume, al menos en los Estados Unidos, proviene de vacas que se encuentran en período de gestación y escribe:
La progesterona de la leche, que desaparece de la leche tiempo después del destete, puede provocar acné en adultos (acne vulgaris). El doctor Fisher se dio cuenta de que los niños con acné por lo general también bebían demasiada leche. Demostró que el acné desaparecía, o al menos mejoraba de forma notable cuando los jóvenes seguían su consejo de renunciar a la leche. A pesar de ello, la mayoría de los dermatólogos no pone en práctica los resultados de su experiencia.
Fisher demostró que el acne vulgaris y el eczema seborreico tienen causas similares. Le pareció sorprendente que la mayoría de los pacientes con acné consumían entre un 50 % y un 300 % más de leche que el promedio de la población. Además señala que este factor secundario no tenía importancia en el 4,5 % de los pacientes de acné, porque estos no tombaban leche con asiduidad (enlace en inglés).
En primer lugar, el doctor Oski compila los puntos importantes:
La diarrea y los espasmos musculares, el sangrado gastrointestinal, la anemia ferropénica, las erupciones cutáneas, la arteriosclerosis y el acné son trastornos, junto con la bronquitis y las infecciones recurrentes de oído, que están relacionados con el consumo de leche de vaca entera. ¿Puede haber más? Sí. Enfermedades como la leucemia, la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide y las caries dentales también han sido propuestas como candidatas.
El autor recalca que los problemas descritos hasta el momento están bien consolidados y aceptados y que a continuación solo trata teorías realmente perturbadoras.
Al comienzo cita la primera frase de un editorial periodístico en la mejor revista científica británica que existe —The Lancet— cuyo título es "Beware of the Cow" ("Cuidado con la vaca"). Junto con la evidencia de que comer carne de vacuno puede estar relacionado, en los adultos, con el cáncer de colon, ahora acecha la noticia de que también puede afectar a los jóvenes
.
Esta enfermedad nunca antes se había desarrollado en los chimpancés. Es importante destacar que se les alimentó con leche de vacas portadoras del virus de las vacas tipo c, que es algo que ocurre de forma natural en estos animales. Las crías de los chimpancés desarrollaron la leucemia en la semana 34 y 35 y fallecieron tras sufrir la enfermedad durante seis semanas.
Se sabe que la mayoría de las enfermedades infecciosas que afectan a los chimpancés pueden contagiarse a las personas. Un informe publicado en la revista científica Science, escrito por el doctor Farrar, el doctor Kenyon y el doctor Gupta de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Pensilvania muestra los resultados de los ensayos y concluye:
Mientras que anteriores estudios epidemiológicos no mostraron ninguna relación entre la leucemia humana y la bovina, un estudio más reciente que incluye un gran número de casos, mostró un aumento significativo desde el punto de vista estadístico de la leucemia linfoblástica aguda en zonas con mucha incidencia de leucemia bovina e infección por el virus de la leucemia bovina.
La esclerosis múltiple (EM) tiene una distribución geográfica muy diversa y ha derivado en teorías muy diversas, sin embargo, no fue hasta 1974 cuando los dos científicos Bernard Agranoff y David Goldberg de la Universidad de Michigan comenzaron a preguntarse si la enfermedad podría estar relacionada con la dieta.
En su estudio recogieron 26'000 fallecimientos por EM en los Estados Unidos. Descubrieron que, en los Estados de Alabama, Georgia y Tennessee el número de casos era de la mitad. Examinaron numerosos factores como la educación, la situación financiera, el número de médicos y hospitales o camas, sin embargo, al final encontraron una clara relación entre la enfermedad y el consumo de leche.
Después decidieron comprobar si las estadísticas eran similares en otros 21 países sin incluir Estados Unidos y encontraron una clara relación con el consumo de leche. Las razones que explicaban por qué podía ser tan dañina la leche no se reconocieron hasta 1996. La única verdad conocida era que los nervios necesitan —sobre todo— grasa y es probable que la grasa de la leche, desconocida para el cuerpo, pudiese ser la causa. Llegan a la conclusión de que La leche de vaca puede ser un sustituto inapropiado de la leche materna durante la infancia, un alimento peligroso para los adultos, o ambas cosas
(p. 68).
Según el doctor Oski, no puede ser mera coincidencia, que otro grupo de investigadores atribuya la ocurrencia de otra enfermedad neurológica de origen desconocido como la esclerosis lateral amiotrófica al consumo de leche.
En Estados Unidos la ELA lleva el nombre del jugador de béisbol Lou Gehrig, quien murió a causa de esta enfermedad. También se conoce como la enfermedad de Charcot, neurólogo francés y primer científico en describirla. En comparación con el grupo de control, consideraron como una de las causas el mayor consumo de leche, además de los metales pesados como el plomo y el mercurio y más actividad física.
El grupo de la Facultad de Medicina Baylor en Houston, Texas, solo examinó a 25 personas con esta enfermedad rara pero mortal, sin embargo, los comparó con 25 individuos sanos que se encontraban en el mismo lugar y tenían comportamientos similares a los de los enfermos. El texto original en inglés es como sigue:
The neurologists analyzed many variables in 25 patients with this disease and compared the patients’ histories with 25 healthy individuals of similar sex, age, racial background, economic status, and education. The factors that set apart the patients with amyotrophic lateral sclerosis from their normal counterparts was that the patients reported an increased incidence of exposure to lead and mercury, more participation in sports, and higher ingestion of cow’s milk — this gives us more food for thought.
En lo que respecta a las personas jóvenes, el autor menciona una vez más al pediatra J. Dan Baggett, quien encontró una vinculación entre la artritis juvenil idiopática (AIJ) y el consumo de leche. Tuvo la ocasión de atender a un gran número de pacientes cuyo estado era preocupante y a quienes consiguió sanar mediante la eliminación de todos los productos lácteos de la dieta. Muchos otros pediatras también consiguieron resultados positivos similares. Sin embargo, los médicos de otras especialidades no prestaron demasiada atención.
El científico y doctor Alexander Schauss en Tacoma, Washington, y sus empleados (AIBMR) encontraron una correlación entre el consumo excesivo de leche y el comportamiento antisocial.
Un estudio con jóvenes delincuentes mostró que estos tomaban diez veces más leche que una muestra de la población de su mismo segmento. Además comían menos frutos secos, frutas y verduras. El doctor Schauss pensó que se trataba de una especie de envenenamiento proteico, aunque las grasas de la leche también podrían intervenir.
El doctor Frances Castano, investigador de salud dental de la Universidad de Pensilvania, demostró que la leche también puede destruir los dientes, algo que puede ocurrir cuando se da el biberón a los niños para que se duerman. Cuando el niño se duerme y deja de tragar, los restos de leche que permanecen en su boca forman el caldo de cultivo ideal para que se desarrollen bacterias que atacan a los dientes.
Durante el sueño, la producción de saliva es muy reducida; por ello es fundamental limpiarse los dientes —sobre todo— antes de acostarse. La leche comienza a fermentar en la boca de estos niños y produce acidez. Después de los primeros 12 meses el efecto puede ser desastroso y en ese momento los padres se preguntan por qué su hijo tiene los dientes tan mal. El doctor Castano recomienda a los padres que alimenten a sus bebés con leche materna y si quieren darles un biberón, que lo rellenen de agua.
Los anuncios que publicitan leche sugieren ideas como: Milk Drinkers Make Better Lovers
(Las personas que toman leche son mejores amantes
) o Everybody Needs Milk
(Todo el mundo necesita leche
) o Milk: Drink It for All It’s Worth
(Toma leche por todo lo que vale
) o There Is a New You Coming Every Day – Drink Milk
(Cada día aflora un nuevo tú – ¡Toma leche!
) y Milk – The Perfect Food
(La leche: el alimento perfecto
).
Si en la cabecera del periódico The New York Times en abril de 1974 se podía leer La Comisión Federal de Comercio considera engañosa la campaña publicitaria sobre la leche
, o bien no lo leemos o no nos lo creemos, —escribe el doctor Oski—.
De hecho, la propia Comisión Federal de comercio (FTC) denunció que ciertas campañas de promoción de la leche eran falsas y engañosas. La FTC no podía permanecer con los ojos tapados después de que apareciesen numerosas evidencias científicas y tuvo que actuar ante el asombro de la industria láctea.
La industria láctea utlizaba la imagen de deportistas y personas influyentes como Mark Spitz, Vida Blue (enlace en inglés), Ray Bolger, Abigail Van Buren —cuyo nombre real es Pauline Esther Phillips (enlace en inglés)— y Florence Henderson, para hacer propaganda de que todo el mundo necesita leche. La industria láctea cambió la campaña con el eslógan Milk Has Something for Everybod
y (La leche tiene algo para cada persona
), afirmación que no se puede negar, incluso aunque ese «algo» sea una sustancia que les hace enfermar (p. 74).
Los ganaderos pagaban alrededor de cinco millones de dólares americanos al año para financiar las campañas. Era habitual que las instituciones del gobierno tuviesen una relación estrecha con la industria láctea y por lo tanto editasen de forma conjunta el material publicitario para promocionar el consumo de leche y productos lácteos, como por ejemplo el anuncio "Milk in Family Meals" ("La leche en las comidas familiares"), que publicó el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
El autor menciona además otros esfuerzos que tienen que hacer los contribuyentes para financiar la leche. Este marketing global conllevó a considerar antiamericano que alguien cuestionara o pusiera en duda la leche. Las grandes fábricas lecheras e industrias aimentarias siempre tienen un ojo puesto en todo lo que se publica, ya sean manifestaciones de opinión tanto positivas como negativas en todo tipo de medios públicos.
Este tipo de servicio antes se denominaba servicio de monitorización de prensa y hoy en día estos servicios se han expandido a los medios electrónicos con el nombre servicio de monitorización de medios en línea (enlace en inglés) en el contexto de las relaciones públicas (RRPP). Los proveedores de estos servicios evalúan los artículos que aparecen en todas las revistas, periódicos y demás publicaciones, filtran ciertas palabras clave, copian los artículos y se los envían a sus clientes. El resultado de la monitorización de los medios son, por ejemplo, los resúmenes de prensa: las instituciones encargadas de la documentación recogen y exploran todo el texto de los artículos de prensa en función de palabras clave. Sirve como política de gestión de productos de una empresa. Los servicios pueden incluir, entre otros, marcas, productos, notas de prensa o declaraciones políticas.
Como es lógico, el doctor Oski recibió una carta del Consejo nacional de productos lácteos (NDC) en Chicago, que sentenciaba sus declaraciones. Pero no fue esto lo único; el NDC a menudo publicaba una carta en la que condenaba la publicación por parte de los medios de comunicación e iluminaba la posición de la industria con un texto más largo en el que destacaba los supuestos beneficios de la leche. De este modo, cada publicación que hablaba sobre las desventajas de la leche se transformaba en una victoria de la industria láctea e intimidaba a los medios de comunicación.
Uno de los primeros servicios de recortes u observadores de los medios de comunicación surgió en 1879 en París con el nombre L'Argus de la Presse. Dichos servicios de monitorización de los medios de comunicación afectaban sobre todo a empresas, asociaciones, partidos, administraciones, organizaciones, instituciones culturales, empresas de turismo y organismos similares.
Por ejemplo, la empresa ARGUS der Presse AG, fundada en 1896, hoy emplea a 160 personas en Suiza. Entre los servicios que ofrece se encuentra la monitorización de los medios de comunicación, el análisis, la gestión de la información, los recortes y las revistas de prensa.
La búsqueda y transmisión de información en sí no son actividades que se puedan condenar. Lo que sucede a partir de la recopilación de esa información es lo que puede suponer un problema real.
La doctora Ellen Mckenzie, pediatra y psiquiatra, continuó con la tarea y publicó el artículo "Psychologic Factors in Milk Anemia» («Factores psicológicos en la anemia por leche").
A continuación su declaración en palabras del doctor Oski: Everybody needs milk" carols a current commercial from television and billboards. Cow's milk, a liquid protein food well suited to a calf before its teeth erupt, has been so touted as "nature's most nearly perfect food" that even some doctors consider it an adequate substitute for a varied diet.
The mystique of whole, homogenized, pasteurized, bottled milk (the most germladen, allergenic, and expensive of available formulas) is enormously powerful. Families will resume giving it despite their own experience or the doctor's warning of allergy, respiratory disease, or anemia. Mammon always indrudes: the director of a local television program was not allowed to mention milk anemia on his program because the dairy companies were big advertisers.
Podríamos traducirlo como sigue:
'Todo el mundo necesita leche' es la letra de un anuncio que sale en televisión y vallas publicitarias. La leche de vaca, un alimento proteico líquido muy adecuado para un ternero antes de que le salgan los dientes, ha sido promocionado como el alimento natural casi perfecto» hasta el punto de que algunos médicos lo consideran incluso como un sustituto de una dieta variada. La leche entera, homogeneizada, pasteurizada, embotellada (la que más carga de gérmenes tiene, alergénica y cara de las fórmulas disponibles) tiene un poder enorme. Las familias siguen tomando leche a pesar de su propia experiencia, la advertencia del doctor de que provoca alergias, enfermedades respiratorias o anemia. La avaricia se entromete hasta el punto de incluso prohibir mencionar la anemia de la leche en un programa porque las empresas de productos lácteos colaboraban con mucha publicidad.
El pediatra William G. Crook, miembro de las Clínicas de Pediatría de Norteamérica publicó en febrero de 1975 un artículo con el título "Food Allergy – the Great Masquerader" ("La alergia alimentaria – El gran enmascarado"), donde explica que las alergias alimentarias —así como los medicamentos o las drogas— no solo provocan los síntomas clásicos como pueden ser los sarpullidos (erupciones en la piel), los problemas respiratorios o los gastrointestinales, sino que también pueden ser causa de cambios en la personalidad como la fatiga y el trastorno por déficit de atención. Basándose en su experiencia con 4'000 niños, el doctor Crook atribuye las causas —sobre todo— a la leche, el maíz y el azúcar de caña.
© CC-by-sa 2.0, Dr. med. med. William G. Crook. | Otro libro que escribió el doctor William G. Crook lleva por título "The Yeast Connection: A Medical Breakthrough" ("La conexión de la levadura: un avance médico") , y subtítulo: "Si siempre se encuentra enfermo, este libro puede cambiar su vida". Puede ayudar en casos de fatiga crónica si la persona afectada toma levadura o levadura de panadero. El doctor Crook recomienda según palabras de un lector sano: |
En 1873 el doctor Charles Harrison Blackley describió la alergia al polen, rinitis alérgica o fiebre del heno, tres reacciones que tienen un impacto similar. Es necesario determinar si los síntomas mencionados se deben a otras causas como infecciones, anemia o enfermedades crónicas. Sin embargo, debido al preponderante número de pacientes, se trata de una alergia alimentaria.
Incluso la enuresis o persistencia de micciones nocturnas puede atribuirse —en ocasiones— a una alergia alimentaria. La congestión nasal es un síntoma muy común de la alergia a la leche y también existen casos de fatiga crónica en niños, o todo lo contrario: niños hiperactivos que hacen muecas, dan vueltas, saltan y no paran quietos en ningún momento.
El psiquiatra H. L. Newbold descubrió en adultos que las alergias alimentarias podían derivar en insomnio, trastornos de ansiedad o depresión. Tanto en niños como en adultos la causa era sobre todo la leche de vaca normal.
El doctor William G. Crook demostró en 41 de los 45 niños con hiperactividad o problemas de aprendizaje que analizó, que el origen era una alergia alimentaria. El simple acto de no tomar el alimento que causaba la alergia hacía que desapareciese el problema, al menos en gran parte.
Los anticuerpos (inmunoglobulinas o también gamma globulinas) de la sangre por lo general solo indican que la persona con alergia consume dicho alimento con mayor frecuencia. La renuncia total a consumir ese alimento durante tres semanas y su reincorporación para contrastar su efecto es la evidencia concluyente que demuestra la existencia de una alergia.
Es importante saber que la defensa del organismo contra sustancias extrañas sucede mediante la unión específica de un anticuerpo con un antígeno para inhibir o demorar su toxicidad. Se trata de una función fundamental de nuestra capacidad inmunológica.
Se necesitarán entre una y tres semanas hasta que desaparezcan los síntomas si se trata de una alergia alimentaria. Si se vuelven a introducir estos alimentos en la dieta, volverán a aparecer los síntomas. Solo entonces se puede hablar de alergia alimentaria. El doctor Crook y el autor recomiendan comenzar con la leche cuando se comprueben los alimentos alérgenos.
El doctor Oski cita al Presidente del Tribunal Supremo Oliver Wendell Homes, Jr. con las palabras: Un par glándulas mamarias generosas están en ventaja sobre los dos hemisferios del cerebro del profesor más instruido en el arte de componer un fluido nutritivo para los niños
.
Pero ¿qué alternativas tiene una mujer que no pueda o no quiera alimentar a su bebé con su propia leche materna?, pregunta el doctor Oski. ¿O qué pueden tomar los jóvenes o adultos en lugar de leche?
El riesgo de que estos productos provoquen alergias es muy reducido. Menciona las marcas: Similac, Enfamil y SMA.
Los niños que muestran mayor sensibilidad pueden tomar productos en los que las proteínas ya estén separadas en aminoácidos. Los productos más recomendables también contienen la cantidad necesaria de hierro, en contraposición a la leche de vaca. Además, la proporción de vitaminas también suele ser la correcta. La mayoría de los especialistas en nutrición infantil consideran un error alimentar a los niños con leche desnatada, ya que la grasa es muy importante durante la edad de la lactancia.
El doctor Oski también cita al conocido experto en nutrición infantil, el doctor Samuel J. Fomon como sigue: Cuando se intenta controlar el peso durante la infancia, se recomienda una reducción moderada —y no drástica— de la ingesta de calorías. La dieta debe estar compuesta de entre un 7 % y un 16 % de calorías procedentes de las proteínas y de entre un 35 % y un 55 % de las calorías de la grasa. Estas estipulaciones dietéticas pueden conseguirse con facilidad cuando la leche materna, la leche de vaca entera (o las fórmulas de alimentación infantiles) son la fuente principal de calorías, sin embargo, es casi imposible de conseguir cuando se alimenta al bebé con leche desnatada
(p. 85).
A continuación, el doctor Oski, como pediatra, aconseja el procedimiento siguiente para alimentar a los bebés: entre los cinco y los seis meses de edad debe introducirse poco a poco algo de comida sólida.
Lo más recomendable es comenzar con fruta y algunos cereales.
Las verduras pueden introducirse entre los seis y los nueve meses.
A pesar de que también cuenta con la carne, es innecesario si se considera que el niño recibe suficiente vitamina B12, aspecto que sobre todo tienen que tener en cuenta las mujeres embarazadas. Hasta los nueve meses o el año de edad no se recomienda introducir los huevos.
Después del primer año de vida la leche ya no es necesaria, aunque todavía se puede continuar amamantando al bebé. Después de amamantar, o incluso antes de que el lactante lo necesite, esta demanda se puede satisfacer con zumos de frutas, que aportan calorías en forma de carbohidratos. Según el autor, se deben reducir de forma paulatina las tomas de biberón cuando el bebé cumple un año, hasta conseguir eliminar la leche por completo cuando haya cumplido los 18 meses.
A partir de esta edad, el autor escribe sobre las personas adultas. En base a estadísticas del año 1975, muestra las cantidades que beben los estadounidenses. Toman 56,7 galones (1 galón equivale a 4,5 litros aproximadamente) de agua, seguidos por 39,6 galones de refrescos, 27,8 galones de café, 24,8 de cerveza, 21,6 leche, 7,4 de té, 6,1 de zumos de frutas, 2,0 de bebidas alcohólicas (licores) y 1,7 galones de vino.
Según el autor, se debería incrementar el consumo de agua y de zumos de fruta natural.
Además, ve el problema, sobre todo, en la llamada "Leche pasteurizada Grado A"; se trata de leche con un contenido de grasa de al menos un 3,25 % y un mínimo del 8,25 % de otros ingredientes sólidos. Esta leche puede venderse más allá de las fronteras de los estados. Otros tipos de leche pasteurizada se establecen por cada país.
Aquellas personas que toleren la leche y deseen continuar consumiéndola deberán elegir leche desnatada con un contenido de grasa inferior al 0,5 %, ya que esta puede causar menos problemas. A continuación, el autor se centra en la leche en polvo, que se toma disuelta en líquido y cuyo precio solo es de un tercio del valor de la leche habitual. Una vez disuelta en agua, debe conservarse en la nevera unas 20 horas a fin de que su sabor mejore.
A continuación describe otros tipos de leche existentes en el mercado estadounidense como la leche condensada o evaporada y explica sus características. También existe leche en la que se han sustituido las grasas animales por grasas vegetales.
El ganadero y fabricante de dicha leche, Charles Hauser de la empresa Milnot Company denunció que esta leche no pudiese alcanzar los mercados de otros estados en EE. UU. y consideró que se trataba de una declaración de inferioridad. Finalmente ganó el caso. Las autoridades nacionales y la industria láctea tuvieron que ceder.
El doctor Oski también trata el tema del yogur, que, siempre que sea posible, debería fabricarse a partir de leche desnatada. Las bacterias que actúan en la fermentación láctica, contribuyen a dividir casi toda la lactosa en azúcar simple (glucosa) y galactosa. Por eso, las personas que sufren intolerancia a la lactosa sí que pueden comer yogur.
Sin embargo, María Rollinger en su reseña del libro "Milch besser nicht!" ("¡Leche mejor no!") tiene una visión distinta, ya que el proceso de fabricación actual dista años luz de la forma de elaboración tradicional del yogur o el kefir. Es probable que el doctor Oski no conociese estos procesos de fabricación, sin embargo, la señora Rollinger los conoce bien por su profesión.
Comentarios