¿Cómo podemos evitar el cáncer eficazmente y por qué lo padece tanta gente? Buenas estrategias contra el cáncer.
El cáncer (tumor maligno, neoplasma) es un diagnóstico aterrador para los pacientes. Para los médicos, es una de las cien enfermedades en las que las células mutan de manera incontrolada y son capaces de reproducirse en otras partes del cuerpo.
Las estadísticas son más que alarmantes. En el año 2012, más de ocho millones de personas fallecieron debido al cáncer. Al mismo tiempo, se registraron aproximadamente 14 millones de nuevos casos. Se estima que el número de nuevos enfermos aumentará en un 70 % para 2032.1
La mayoría de las personas se sienten impotentes a la hora de luchar contra esta terrible enfermedad. Otros, por el contrario, asumen la responsabilidad de su propia salud y encuentran caminos para revertir el proceso y contrarrestar la enfermedad.
¿Pero qué es lo que hace que aparezca el cáncer en primer lugar? ¿Qué información está respaldada científicamente y es fiable? En el siguiente artículo queremos compartir con ustedes las principales conclusiones del Harvard Report on Cancer Prevention (Informe Harvard para la prevención del cáncer). Este informe presenta los esfuerzos realizados conjuntamente por la Harvard Medical School y la Harvard School of Public Health e incluye los resultados de un estudio realizado a lo largo de diez años con más de 80 millones de personas. Estas son las principales conclusiones:
© CC-by 2.0, Harvard Report on Cancer Prevention, Fundación Diet and Health, Suiza
En el 10 % de los casos, los padres transmiten una mutación génica a la siguiente generación. A veces, dicha mutación se produce también durante la vida de una persona, sin que haya habido transmisión por herencia (mutación no hereditaria).
Encontramos unos 50 síndromes de cáncer hereditarios. Las mutaciones más frecuentes afectan a los genes BRCA1, BRCA2, TP53, PTEN y APC. Se trata de genes supresores tumorales que normalmente ayudan a reparar daños en el ADN de una célula. De este modo, evitan que las células crezcan demasiado rápido, de forma no controlada o se dividan. Sin embargo, si el daño en el ADN no se resuelve, las células afectadas pueden llegar incluso a morir.
Cuando la mutación de un gen supresor tumoral se transmite de uno o ambos progenitores a su descendencia, aumenta la probabilidad de que esta desarrolle cáncer. Esto no significa necesariamente que vayan a padecer la enfermedad. La expresión del gen causante del cáncer depende tanto del patrón de transmisión del síndrome del cáncer (autosómico dominante o recesivo), como de los factores epigenéticos, que desempeñan un papel importante en la activación o silenciamiento génicos.
Hasta el momento se han reconocido 119 sustancias y circunstancias en el entorno laboral que propician la aparición del cáncer, pero hay muchas otras en estudio.
Entre las profesiones en las que existe un mayor riesgo de entrar en contacto con agentes carcinógenos encontramos trabajadores industriales (p. ej. soladores, pintores), profesionales de la salud, mineros, trabajadores en refinerías, artesanos, trabajadores de la construcción y mecánicos de automóviles. El motivo es la gran exposición a fibras de amianto, radiación ultravioleta, fluidos resultantes del trabajo con metales y aceites minerales, gases de motores diésel, formaldehído y otras sustancias peligrosas.
Las seis categorías principales de virus oncogénicos son el virus de Epstein-Barr, el virus del papiloma humano (VPH), la hepatitis B, el herpesvirus humano 8, el virus linfotrópico humano de células T de tipo 1 y el virus de la hepatitis C.3
Sin embargo, el camino desde la infección viral hasta el desarrollo del cáncer es largo: solo algunas personas llegan a desarrollarlo, y la mayoría lo hacen cuando han pasado años e incluso décadas de la infección inicial. A menudo, la infección viral no es suficiente en sí misma para provocar la aparición del cáncer. Así, hay otras circunstancias y factores igual de relevantes, como pueden ser el sistema inmunológico de la persona, su predisposición genética e, incluso, su alimentación y estilo de vida.3
Ha quedado probado que la aparición temprana (antes de cumplir los 11 años) o tardía (a partir de los 30) de la menstruación, no dar a luz, la lactancia inferior a un año o una menopausia tardía4 aumentan el riesgo de padecer cáncer en las mujeres.
Según un informe llevado a cabo por la American Cancer Society, La cultura de la pobreza, del cáncer y de los pobres5, una situación finaciera difícil complica el acceso de las personas con pocos recursos económicos a una vivienda digna, alimentación adecuada, información sobre el cáncer y atención médica. Asimismo, las personas con pocos recursos también son más vulnerables a los factores ambientales cancerígenos.
Hay una serie de sustancias que encontramos en nuestra vida cotidiana y cuya influencia en nuestra salud6 apenas podemos limitar o, directamente, no podemos controlar en absoluto. Esta exposición (contacto) es capaz de desencadenar finalmente la aparición del cáncer. Algunas de estas sustancias las respiramos (p. ej. radón, subproductos del procesamiento del carbón y de la producción de cemento y acero, polvo industrial y emisiones de los vehículos7), mientras que otras los consumimos (p. ej., la contaminación del suelo y del agua).
Una exposición excesiva a la luz solar, así como el uso frecuente de lámparas de bronceado, pueden provocar cáncer de piel. Según la OMS, uno de cada tres cánceres diagnosticados es de piel8. Las opciones de tratamiento y las tasas de supervivencia son bastante buenas, aunque todo depende del resto de factores de riesgo que también entren en juego.
Por irónico que pueda parecer, los tratamientos médicos son la tercera causa de muerte en EE. UU. (p. ej., errores, negligencias, efectos secundarios, intervenciones innecesarias o complicaciones del tratamiento).9
Así, ciertos fármacos para tratar tumores malignos concretos pueden acabar provocando la aparición de otros tumores secundarios. Por su parte, los fármacos con actividad hormonal pueden aumentar el riesgo de padecer ciertos tipos de cáncer relacionados con los niveles hormonales.2
Cada vez es más habitual que el consumo de carne (sobre todo, de carne roja), la escasez de fruta y de verdura en el menú, el tabaquismo (también en fumadores pasivos), la poca actividad física, el alcohol, los aditivos alimentarios y la obesidad estén estrechamente relacionados con más de la mitad de los fallecimientos por cáncer.
Un consumo de alcohol moderado (hasta una bebida al día), por ejemplo, provocó 5000 casos de cáncer de mama en el año 2004. Así, las carnes procesadas, la falta de ejercicio, los azúcares refinados y la obesidad aumentan en gran medida el riesgo de padecer cáncer de colon. En aquellas personas que padecen cáncer de próstata, una alimentación occidental (el consumo habitual de productos cárnicos, cereales refinados y productos lácteos ricos en grasa) produce a menudo un incremento significativo de la tasa de mortalidad.10
Paradójicamente, la dieta y el estilo de vida son los factores en los que más puede influir la propia persona.
Aunque una persona esté genéticamente predispuesta a padecer un cáncer, es posible que este nunca llegue a aparecer si la persona mantiene un estilo de vida saludable y evita al máximo otros factores de riesgo.
Aun así, no existe ningún nutriente mágico ni receta en particular que nos ayude a prevenir el cáncer o a curarlo. Para mantenernos saludables y combatir la enfermedad, nuestro cuerpo necesita los nutrientes adecuados, en el momento adecuado y en la proporción adecuada.
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